viernes, enero 21, 2005

Decapante

De una semana para otra, por efecto del decapante, me transformo en una nueva persona. Después de largas jornadas despintando puertas, desde hace tres días me siento incapaz de cualquier observación atractiva y me abstengo de postear algo en el blog. Al volver a mi transitoria casa literalmente demolido, sólo pienso en tomar una cerveza y mirar partidos de tenis. ¿Y mis pretensiones literarias y/o sentimentales? Tan simple es la vida... ¿Pero es eso vida? Si en vez de una semana pasara despintando años, ya no puertas mías, si no puertas ajenas -las puertas y las compuertas del patrón-, ¿diría lo mismo?
En el fondo en la explotación capitalista hay un goce correspondido. Las mismas razones que hacen posible un amo exitoso, hacen real un sirviente satisfecho. La genealogía engañosa del liberalismo podría reducirse a eso: cómo anular, según la época, la autoconciencia del trabajador -a esta altura autoconcia del trabajador suena tan paradójico como anaocrónico- e inventar y -en esa misma operación cancelar- las condiciones magras de su satisfacción. Las baratijas televisivas, el fraude de la institución familiar burguesa, ponen al alcance de la mano el alivio de estar alienado "en (la) apariencia" y no apostar el costo subjetivo de una existencia. Lo llamativo es que, a esta altura de la historia, las mismas baratijas crean, en el campo de las pasiones, el mismo tipo de renuncia subjetiva -la renuncia a la apuesta, el constreñimiento general depositado en el ahorro, en pos de una inverificable identidad colectiva- en la clase media, en la baja y en la alta.

1 comentario:

Diaz de Vivar dijo...

Luego de reiteradas visitas veo este post --es redundante agregar "tan bien escrito, como siempre"-- y me pregunto, creo que porque no entiendo, qué quisiste decir con "constreñimiento general del ahorro en pos de una inverificable identidad colectiva". Entiendo que (haciendo el paralelismo con el tema de la renuncia) ponés al ahorro como "renuncia" también. Lo cual en cierto punto es contradictorio, porque me parece que el capitalismo ha propugnado siempre el lema del consumo desmedido, es decir "consumid --no importa qué-- y seréis felices". Creo que de todas maneras ese atracón consumista trae aparejado un costo alto en términos de existencia subjetiva.