miércoles, enero 25, 2006

Preparativos

"Le levantó la falda con la otra mano y deslizó los dedos por el muslo. Lin abrió las piernas alrededor de la mano y las cerró, atrapándola. Isaac susurró invitaciones sucias y amorosas.
El sol se desplazaba sobre ellos, arrojando por toda la estancia sombras de la ventana y de las nubes inquietas. Los amantes no notaron cómo avanzaba el día."
Así termina este prometedor capítulo de La estación de la calle Perdido, traducido y publicado por La factoría de ideas años atrás. China Miéville es un joven y celebrado autor británico (1972), se dedica a la ciencia ficción urbana y en sus mejores momentos, como le sucede involuntariamente a casi todos los escritores de fantasy, reelabora algunas atmósferas ballardianas, pero con una impronta poética decadente, plagada de distorsionadas visiones cinematográficas. Su libro El azogue será editado en unos meses en la colección Línea C... Esperamos...

lunes, enero 23, 2006

Voces contemporáneas: Stina Nordenstam




The morning belongs to the night

The morning belongs to the night
Until it comes with a light
Until it's born with a spark
Until it outgrows the dark
And there it hangs for a moment
A breath of hope for a moment
Stands on its own for a moment
Free from the past for a moment
The morning belongs to the day
Already here with the grey
Already spilling with need
Already flooding with speed
With its voices and faces, neverending
With its hard spoken phrases, neverending
But its promise of outlasting light
Is just converted black in the sky
Is just converted black in the sky
With its falling and waking, neverending
With its holding and breaking, neverending
Soft the darkness reflecting your eyes
But the black is just converted light


Sharon & Hope

Sometimes it's all around you
Sometimes that love surrounds you
And even God it's with you, tasting of salt
He learned about love the hard way
She learned that nothing would stay
They knew all about love and nothing
Sharon and Hope
She says I'd like to kiss you
He says you'd better not
He's on the brink of loving
She's on the brink of falling
Maybe a month in Spain could do it for you
Or a fridge of cocaine could do it
Those are not ways to do it
For Sharon and Hope
Now that I met you nothing's the same
It's not gonna be it ever again
If you stay or walk away
If I'm off or if I'm brave
Sometimes it's all around you
Sometimes that love surrounds you
We have it if we want to
Me Sharon, you Hope


Welcome To Happiness

Welcome to happiness
No smoking allowed
Here it's so easy to burn yourself
And equally hard to survive
Taste the sweat on your upper lip
Welcome to hunger and thirst
Welcome to happiness
It may appear shocking at first
Be ready to go
You'll never know when
You'll never know why
Welcome to longing
To wanting to taste and to touch
Mind the gap, here's depending
Here is wanting too much
Be ready to go
You'll never know when
You'll never know why
Take off anytime

* Stina Nordenstam nació en Estocolmo, en 1969. Es una cantante y compositora imposible de encuadrar en alguna corriente o estilo. Grabó los siguientes discos, todos muy recomendables: "Memories Of A Colour" (91), "And She Closed Her Eyes" (93), "Dynamite" (97), "People Are Strange" (98), "This Is Stina" (2001), y "The world is saved" (2004).

miércoles, enero 18, 2006

Decisión dividida





Harto de que llamen, escuchen su "hola, hola" y corten, G. planea cuatro alternativas para solucionar ese pequeño flagelo que destiñe su rutina: instalar un identificador de llamadas, trozar el cable del teléfono, incendiar su propia casa con el teléfono adentro, irse de viaje a África y volver con otra voz. Probablemente, a la larga, se de cuenta de que sólo la última opción le deparará el destino colmado de otro hombre.

(Imagen: Horst Antes, sin título 1)

martes, enero 17, 2006

Santuario




A esta altura de su vida, a dos años de los treinta, la natación se le presenta como la redención física ideal. Dos veces por semana camina hacia la pileta con la sensación de que se dirige hacia una parroquia. El empleado del vestuario, con un humor muy argentino, lo alienta "vamos tiburón" sin sospechar que tiene enfrente a un perfeccionista del crawl.
Poco después, él se reclina en un altar de aguas que son siempre simetrías del futuro, olvida, y nadar se transforma en una venia milagrosa del sueño.

lunes, enero 16, 2006

V

Quinta entrega: Quintin retoma el curso de las primeras reseñas, vuelve a los cuentos de la antología, y se acerca al final...

miércoles, enero 11, 2006

Correspondencia visual

"Olv, no supe cómo dejarte la foto en el comment, pero al día siguiente caminando por la calle en Estocolmo vi un consultorio de un oculista y saque una foto que salió tan loca que me dio gracia....

¿por qué la fascinación?. Ver supone la distancia, la decisión que separa, el poder de no estar en contacto y de evitar la confusión en el contacto. Ver significa, sin embargo, que esa separación se convirtió en encuentro. Pero ¿qué ocurre cuando lo que se ve, aunque sea a distancia , parece tocarnos por un contacto asombroso, cuando la manera de ver es una especie de toque, cuando ver es un contacto a distancia, cuando lo que es visto se impone a la mirada, como si la mirada estuviese tomada, tocada, puesta en contacto con la apariencia?

También de MBlanchot , El espacio literario. Besos, y disfruten del calor que acá estamos heladitos. Daniela."

martes, enero 10, 2006

Vidas imaginarias

"Sello editorial imaginario convoca a escritores (imaginarios o no) a enviar su título imaginario, reseña del mismo y colección imaginaria donde quiere publicar. A vuelta de capricho y gusto, se diseñará y publicará la tapa que resulte, aquí mismo. Recepción de ideas y textos (únicamente por mail): alfilomarg@2vias.com.ar No obstante, seguiremos adjudicando obras a mansalva."

La estupenda y democrática idea fue de Omar Genovese. Gracias a ello, a partir de ahora todos imaginaremos haber escrito más libros de los que escribimos: toda una vuelta de tuerca al lema "publicar y luego escribir". Mímesis ya está en marcha y se ha transformado en el sello editorial más prolífico de la época. Hasta el momento siete títulos, con orginales diseños de tapa.

lunes, enero 09, 2006

Segundos afuera

Kermi vuelve de nadar. Está de buen humor y cansado como pocas veces. Entonces decide llamarla. Nunca lo hizo, pero le genera curiosidad conocer la voz de Anju por teléfono y saber qué opina de su más reciente humorada epistolar. Sin saberlo se expone al infierno tan temido: la eventualidad de no reconocer su voz. Mientras la escucha, permanece mudo, aniñado, mordido por una duda que es una certeza reveladora: ella podría ser cualquier otra mujer. Pero entonces, ¿quién es? Ha llegado demasiado pronto a la superficie del enigma y al fondo de un interrogante eterno. En el lugar de su voz hay otra voz que compone a una desconocida y deja entrever la absurda realidad: nunca se sabe quién es el otro; justamente se lo puede tratar en tanto la temida pregunta por la identidad no avance y no arrastre una verdad fenoménica: no hay identidad en el ser. Discurriendo en el tiempo y no en una imagen, la voz vuelve contingente a Anju y deja en evidencia que cualquier tipo de singularidad es un destello interpretativo y autoreferencial que el asombro y la seducción hacen pasar por una comunión azarosa. La ilusión de la distancia comprime el presente: detrás de una mujer hay infinitas mujeres y nada, en el fondo, asegura la permanencia de un estilo en el imaginario. Ahora él es incapaz de identificarla, ella emerge entera, por un instante, en una dimensión extraña. Kermi se siente ridículo, como alguien que al despertar se sabe F. y al mirarse en el espejo reconoce a G. Es que no puede vincular la voz con la mujer que recuerda, aún cuando ella parezca reconocer la suya. La imagen de ella entonces se hace añicos. Las rajaduras siguen las líneas ficticias del estilo. En ese marco vacío podría entrar cualquier otra imagen, incluso la misma. Nota que de cualquier manera nada cambiará en una vida como la suya, blindada y encauzada por una larga serie de renuncias y olvidos inducidos desde la letra más profunda. Entonces, como si emergiera de la letra hacia la página en blanco, él decide responder al coro de voces que desde un pasado relativo intentan saltar al presente filtrándose en esa máquina trituradora de tiempos y mundos privados que es un contestador automático.

(Pintura: José Clemente Orozco, sin título)

jueves, enero 05, 2006

Ver de lejos

Después de varias consultas canceladas o directamente olvidadas, fui al oculista. La cosa, creo, me aterrorizaba mucho más que un quirófano. Temía que descubrieran una miopía enorme que explicaría y ridiculizaría mis capriccios fantásticos, o directamente cataratas que anticiparían postales futuristas de la ceguera.
Naturalmente, elegí en la cartilla de la obra social el ocul(t)ista que me quedaba más cerca. Don Antonio resultó ser un ocul(t)ista de barrio. Cuando llegué al edificio, ni siquiera necesité tocar el timbre. La puerta de calle estaba abierta. Avancé por un pasillo, subí un piso, donde otra puerta abierta y un nombre punteado en una placa de bronce señalaban la presencia del consultorio. Caminé por un pasillo desteñido por esa luz apergaminada que afinan ciertos cerramientos de chapa de otro tiempo. Me pareció que transitaba una casa abandonada. En una sala de espera había enormes sillones forrados en un cuarteado cuero negro, algunas revistas, una lámpara con la pantalla torcida, y cantidad de diplomas enmarcados. La poca luz provenía de una araña en el techo. Contra un fondo de paredes enchapadas, dos señoras de ruleros conversaban como si estuvieran en un patio.
- ¿Es acá el oculista? -pregunté.
- Sí, siéntese, buen mozo...
Hice que caso omiso. Me sorprendió que no hubiera un secretaria/o que me tomara los datos y corroborara mi identidad. Supuse que el médico mismo cumplía una doble función. Miré hacia un costado y noté que el ambiente estaba dividido por un panel de madera. Poco más que un biombo. Llegaban murmullos desde el otro lado. Una mujer, que por el grano de la voz debía ser igual que mis dos contertulias, se quejaba de que le salían verrugas en todo el cuerpo, a veces "con forma de serpiente". Don Antonio en cuestión intentaba consolarla y le decía que extirpar verrugas de los párpados no ponía en riesgo los ojos y que se quedara tranquila. Así estuvieron un rato, lidiando sobre los riesgos; la señora aprovechaba cualquier pausa del doctor para desplegar una taxonomía fantástica entorno a las verrugas que la invadían. En el medio, un muchacho, que seguro era el nieto del oculista, me preguntó si estaba esperando, corroboró mi nombre, y me guió hacia la oficina, un cuartucho que quedaba en la otra punta de la casa y que yo había visto al entrar y había considerado, por la luz de tubo y las paredes verde agua, un cuarto de herramientas. El chico estaba visiblemente boleado. "¿Primera vez?". Asentí y él tomó una planilla en la que inscribió mi nombre y me hizo firmar.
De vuelta a la sala de espera, presencié la salida de la señora de las verrugas. Saludó efusivamente a las dos damas que hacían tiempo en lo del oculista así como otras vecinas lo hacen en un almacén o en la peluquería.
- ¡Oliveiro, qué espera, adelante! -pronunció Don Antonio abriendo una inverosímil puertita del panel de madera y agitando un brazo.
Me levanté. Preferí no corregir mi nombre. Los médicos siempre humillan alterando una letra orgánica en el paciente. Poco después, un hombre sencillo y en delantal, alguien que no presentaba en la apariencia las marcas perversas que dejan ciertas prácticas médicas, me sometió a una serie de pruebas en dos sofisticados aparatos que contrastaban con la atmósfera anacrónica del lugar. Sacó conclusiones rápidas y felices, y cuando yo le di a inspeccionar los lentes que años atrás me habían recetado para ir al cine y manejar, rumió:
- Oliveiro, mis anteojos van a ser mejores que estos que usted tiene. Necesita un poco más de aumento.
- ¿Pero qué tengo, doctor?
- Ah, no sabe qué tiene... ¿Y estos anteojos? Seguro que cuando se los recetaron no le dijeron lo qué tenía, así son los médicos -y celoso sentenció-: unos zorros... No le dicen para que usted vuelva a los dos meses.
- Puede ser... En realidad creo que me acuerdo... Astigmatismo.
- ¡Muy bien! -dio un saltito en el lugar-... Un poco de astigmatismo y otro poco de miopía. Una de cal y una de arena. No es nada.
- Entonces por fin voy a usar lentes fijos... para ver de lejos, digo... Me pasan cosas raras en la calle por no ver.
- Nada de eso querido, no los necesita, no... El aumento es común. En la calle arrégleselas sin lentes.
Me hizo probar un armazón al que sumó dos lentes. Miré por la ventana. La realidad era otra, en efecto, demasiado geométrica; pensé que quizás me conviniera permanecer en mi accidentado mundo de tinieblas.
- ¿Qué tal? Ve... No cambia mucho... Úselos para ver tele, para manejar, para la computadora.
- Pero entonces voy a seguir sin ver el número de los colectivos, el nombre y las alturas de las calles, los pozos en la vereda.
- Y pregunte, querido Oliveiro, qué problema hay, pregunte... Que nombre extraño que tiene... Bueno, vaya, no se preocupe, si un almita le gusta la va a ver de lejos, con o sin anteojos -y me extendió unos recetas garabateados con fórmulas incomprensibles.

lunes, enero 02, 2006

IV

Aquella combativa reseña acerca de La joven guardia (al respecto, Bustos no es el autor; él hizo una reseña, pero en este otro sitio), se hace eco en una nueva entrega de Quintín. Ésta vez no se detiene en ningún cuento, sino que discute el punto de vista politizado de aquel comentario (a esta altura resulta algo curioso que, en varios análisis -empezando por uno que meses atrás tuvo lugar en la presentación del libro-, los muñequitos Jack, de entrada, sean juzgados tan encarnizadamente y no sean tomados como un diseño de tapa inocente que parodia más la juventud de los antologados que una posible apoliticidad generacional) y reflexiona acerca de su propio futuro como crítico.

(Los trabajos prácticos)