martes, marzo 31, 2020

Notas de la cuaretena 1



Un día
Con el coronavirus, cualquier ficción queda indefinida. Un poco desapropia al escritor –al menos al tipo de escritor que soy- de la necesidad de ficcionalizar. De alguna manera, pareciera que siempre estuve por escribir acerca de esto que estaba a punto de pasar. Y sucedió: un ensayo del apocalipsis. Eso es el corona virus que impuso la agenda mediática y cooptó gobiernos que temen colapsar y ser reflejos de Italia. Las cuarentenas sospecho martirizan psicológica y económicamente a una buena parte de la población. Esta por verse el alcance de ese daño en contraste con el alcance de la pandemia, que según Pablo Goldschimidt, está sobredimensionado. 

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Otro día 
Este virus anticapitalista que todo lo tiene suspendido, ha conseguido la alianza de dos poderes moribundos a través de una fijación psicótica. El mediático desprestigiado y el poder político. De alguna manera, el virus nos retrotrajo y devolvió la figura del soberano al centro. Aquel capaz de defender al pueblo del enemigo. No hay guerra, pero hay virus. Y como en la guerra, en las epidemias alguien sale ganando. Al menos simbólicamente. Por un lado el soberano, y por otro los medios de comunicación, que ocupan un lugar mesiánico.  La expansión del virus alcanza la velocidad de expansión mediática y casi da la sensación de que se contagia a través de las noticias. Es consecuencia de la interacción completa que hemos alcanzado a nivel mundial. A la vez, a contramarcha de esta velocidad informativa, las economías entran en un estancamiento que será el único régimen de producción a largo plazo, consecuencia de lo cual la sociedad de consumo, quedará suspendida. Quizás de ahí nazca una nueva sociedad, post consumo, post espectáculo.

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Otro día 
El virus que retorna y retorna como información sin centro, nos aleja de la infalibilidad. Y de golpe el capitalismo yace herido. Por un virus. Trump, destinado a perpetuarse, podría perder las elecciones. Ese hombrecito autoritario y sin miedo –por su propia locura-, parece dispuesto a sacrificar a una parte de la población ociosa en un tiempo corto de tiempo, el tiempo que antecede a las primarias.
Sobre las imágenes apocalípticas de la pandemia, podría decirse que sirven a las necesidades ideológicas de la extrema derecha. Y son el puntapié de una forma de  biopolítica explícita.  La cuarentena deja en evidencia en el primer mundo, sobre todo en Asia, que el Estado para sobrevivir a la crisis debe aferrarse a la figura de un estado tecnototalitario.  Es el Estado autoritario que aparece en momentos excepcionales, como la guerra o una pandemia.

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Otro día 
Recibo noticias de Buenos Aires: la policía está cada vez más implacable. La gente simula pasear  sus perros para tomar aire y mirar otros cuerpos a la distancia. Leo diarios: centenares de detenidos por violar la cuarentena. No deja de incomodarme profundamente una cuarentena militarizada y el miedo duplicado: miedo al virus que llega a través de los medios, miedo a la policía. Que aparezcan los militares o la policía, como en los setenta, para garantizar el orden y hacer cumplir un decreto de necesidad y urgencia. ¿Habrá una guerra silenciosa entre fuerzas de seguridad y personas de escasos recursos que necesitan ir a trabajar y no pueden sobrevivir con la ayuda modesta del Estado?
Una cuarentena debe aplicarse y el Estado debe confiar en que los sujetos a los que está dirigida responderán favorablemente si pueden. Las palabras del presidente deberían alcanzar y dejar espacio de decisión y responsabilidad civil. Suena ingenuo o idílico. Pero sino la identidad colectiva, la posibilidad de una idiosincrasia, habrá fracasado. Con la injerencia militar, puede aparecer un Estado que reactiva en la Argentina un imaginario truculento. El rol del Estado que los grupos más conservadores le asignan: ordenar la patria. Por otra parte, otorgarle a las fuerzas armadas poder tiene un doble filo. No olvidemos que las fuerzas de seguridad fueron históricamente monos con navaja. Y no le va a resultar gratuito a Alberto haber recurrido a las fuerzas armadas: ahora tienen un lugar y son los árbitros de la realidad. Lo que siempre han estado esperando: parados en las esquinas, piden documentos, son los portavoces del orden y la salud pública. Viven un gran momento de realización personal. Pero cuándo esto pase, ¿cómo haremos para retirarles ese lugar y bajarlos del caballo? ¿No se aferrarán con uñas y dientes a la "autoridad moral ganada" durante la pandemia?
En las villas hasta hace poco quien distribuían ayuda y alimentos era la militancia. Hoy son los militares. El totalitarismo de cualquier manera habría asomado bajo forma de big data como en China y aplicaciones en tiempo real para demarcar zonas afectadas. Estaríamos hablando del control abstracto de un Estado/Dios que califica la buena conducta de sus ciudadanos y de a poco los disciplina. Por ende, cualquier decisión activa del Estado frente a la pandemia habría implicado algún tipo de autoritarismo. Paradójicamente, los Estados pasivos, que coinciden con las derechas obtusas del mundo, son los que en este punto han quedado a la izquierda. Salvo el caso de México, que podemos decir es un Estado pasivo por decisión y no por negligencia. 

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Otro día 
En esta cuarentena total, donde por condiciones psíquicas o económicas para algunos no es posible mantener la cuarentena, debemos admitir que las condiciones históricas y socio económicas actuales no permiten, como en Europa –que no tuvo dictaduras recientes ni a Macri-,  permanecer en cautiverio. Así como Alberto Fernández privilegia la salud por sobre la economía, la mayoría de las capas bajas va a privilegiar la economía personal por sobre la supuesta salud colectiva, ya que sin economía los problemas en cualquier familia implican no sólo mala salud, sino desvida.
El segundero de las estadísticas del terrorismo mediático, sin embargo, no estará incorporando los efectos mortales de esta cuarentena que, como se escucha en las calles de Salvador María, se va a contar más vidas por las consecuencias que va a tener en el día a día en más de la mitad de la población que por el virus en sí. Es cierto que sin cuarentena, esas muertes se multiplicarían por el desborde de un sistema de salud precario y en estado de pánico. Sospecho que la posibilidad de contacto social mínimo, como en Alemania, fortalecería el sistema inmunológico de toda la población. Sobre todo en los niños, que ahora tienen que acostumbrarse a un mundo sin pares o a un mundo virtual.
Estamos en un cuello de botella: con cuarentena va haber víctimas de la economía. Sin cuarentena, víctimas de la pandemia. El panorama no podía ser peor para Alberto Fernández después de los cuatro años de desmantelamiento macrista. El mejor presidente posible en el peor momento de la historia.  La única alternativa es empezar a trazar un camino intermedio, con tests masivos, porque una cuarentena conduce a otra y así sucesivamente, como los pasillos de El lugar de Levrero que comunican cuartos que proliferan cada vez que se cierra una puerta detrás.  
Y hay una cuestión más, que tal vez ataña conscientemente a una pequeña parte de la población, e inconscientemente a gran parte. La vida humana no es sólo un organismo biológico. Es social: implica lazos con el otro. Y el aislamiento social obligatorio tal vez termine matando algo de cada uno. En principio, anoto una obviedad: la imposibilidad de trabajar mata espiritualmente. Esa pasividad obligada mata también físicamente. Las consecuencias sociales van a sentirse como una pandemia sólo cuantificable por el vademecum de los psiquiatras.
En definitiva, el aislamiento priva de subjetividad y por eso la única respuesta, en mi caso, es escribir. En Argentina, además, las condiciones para que este aislamiento suceda, han tenido un costo simbólico enorme. Otra vez policías y militares en el centro de la escena. Nadie lo habría elegido y sucedió así. El tejido social, entonces, por efecto del aislamiento obligatorio, ha quedado perforado y reconstruirlo va a llevar más tiempo del que se cree.  Algunos grupos podrán recuperarse económicamente a corto plazo, otros a mediano plazo, otros a largo plazo y el resto nunca, ¿pero la reconstrucción psíquica?

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Otro día
Entramos en la segunda etapa de cuarenta. El día de ayer no escribí en este diario, golpeado por la decisión del presidente. De alguna manera, fue un día duelo. Esperaba una extensión de la cuarentena, pero no de esta magnitud.
Todas las entradas anteriores fueron escritas bajo el pánico de que la cuarentena se extendiera y nunca pudiéramos retomar nuestra rutina en Buenos Aires. Así sucedió y después de un día de resignación vivir en cuarentena empezó a ser normal. De acá en adelante podría vivir en cuarentena semanas. Valentina encontró una rutina de ensayos, yo encontré una rutina de escritura a la tarde, y sobre todo porque nuestro hijo empezó a crear rutinas y terminó resignándose –o aprendiendo- a jugar solo y a hablar con amigos imaginarios. Terminó aceptando –también hizo su duelo- que el jardín está cerrado, que no puede ver a sus amigos de plaza, que está solo con nosotros y tiene que esperar a que esta transformación del mundo –porque el virus es el vehículo de esa transformación-, termine .

Tal vez el tiempo demuestre que la cuarentena ayudó a preparar al sistema de salud nacional frente a la catástrofe. Leí que el presidente utilizó una metáfora futbolera para graficar su decisión. El teorema de Gorosito: haciendo las cosas bien es más probablemente que los resultados sean buenos. Suena lógico, como la apuesta de Pascal. El presidente se refería al modo de jugar de Argentinos Juniors -equipo del que también soy hincha-, bajo la dirección de Gorosito, en contraste con el juego especulativo de Argentinos bajo la dirección de Caruso Lombardi, que tenía un juego especulativo y feo. La diferencia es que Argentinos con Caruso luchaba para no descender y con Gorosito por salir campeón. El que especula en realidad quiere asegurarse que las cosas no le salgan mal. Van por poco y nada: salvarse. El que llevar adelante la receta del bien hacer, en realidad no pierde nada, porque si las cosas no salen no hay fatalidad. Nosotros coyunturalmente estamos más cerca del Argentinos de Caruso que del Gorosito. Si las cosas salen mal, descendemos. Si salen bien, a lo sumo quedamos en zona de riesgo para el campeonato que viene.(continuará…)