lunes, febrero 01, 2010

En torno al ocio.

Preferiría no hacerlo, por Luciano Piazza

A través del gotero del que caen los feriados se puede ver al trabajador frotándose las manos, mirando las marcas rojas en el calendario. La alternancia entre jornadas laborales y no laborales es tan desproporcionada, que pocos pueden escapar a la cruda ecuación entre el ocio y el trabajo: once meses y medio de actividad para tomarse medio mes de vacaciones, aproximadamente. Quien la sufra o quien aproveche de esta costumbre, ley o necesidad del mercado, es un convicto de la vieja fórmula capitalista “el tiempo es dinero”. La monetización del tiempo, convertida en frase por Benjamin Franklin, tuvo una repercusión crucial en el ámbito de la pereza. El ocio, la fiaca, la acidia, la holgazanería, tristeza, hastío, spleen y todas sus variantes se transformaron en actividades que atentaban contra la producción, y por lo tanto merecieron la pena máxima del asalariado. La prohibición secular de la fiaca se produjo como una confusa continuidad histórica de la prohibición y penalización de la pereza eclesiástica, también conocida como acidia, el cuarto pecado capital. (sigue en Radar libros)