martes, junio 12, 2007

Sada

Aunque en la narrativa reciente mexicana no parece haber escritores que vayan a marcar puntos de inflexión a la manera de Juan Rulfo o Salvador Elizondo, sí abundan escritores, en general norteños -una zona hasta no hace muchos años literariamente virgen- que exploran al extremo la coloquialidad de la región. La gran mayoría pone en marcha historias violentas que abordan el sincretismo posmoderno del narcotráfico, alimentando una literatura de clisés. Por distinto camino –aunque en la vía del divertimiento coloquial- va la narrativa de quien quizás sea uno de los escritores más particulares y díscolos de la literatura norteña: Daniel Sada (Mexicali, 1953). En 1999 publicó la monumental novela –escrita en octosílabos y alejandrinos- Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, a la que siguieron, entre otras, Luces artificiales y Ritmo Delta. Sada parece retomar el espíritu de las novelas ejemplares de Cervantes, pero a la fruición picaresca le yuxtapone juegos de palabras y situaciones bufas que terminan caricaturizando la identidad híbrida de las provincias del norte mexicano. Sus personajes, héroes lánguidos y atemporales, mudan de la santidad bárbara a la perversión romántica, especialmente en sus primeras novelas: Albedrío y Una de dos. En esta última las gemelas Gamal, costureras de oficio, sólo diferenciables por una verruga en la espalda, se ven reducidas a la castidad por efecto de una orfandad prematura que las ha vuelto siamesas barrocas. Sin embargo, entrando en la madurez, una de las dos es seducida por una caballero, y para solucionar la disputa amoroso/especular con su hermana y salvar el lazo, decide, ya que nada visible las diferencia, compartir los favores del desprevenido postor –reverso del impostor-.

* Columna publicada en Los Inrockuptibles de junio