Quevedo en la literatura, Goya en las artes plásticas (por citar dos antecedentes españoles), nos han familiarizado con las visiones barrocas que abundan en los cuentos de Piñera: mujeres que no pueden besarse porque antes se comieron los labios, hombres que se prestan a devorarse entre sí, en cadena, haciendo las veces de Acteón y los perros, o que no vacilan en saltarse los ojos para evitar la perniciosa seducción de una cara. A pesar de todo, los personajes de Piñera imponen su voluntad. Salen vencedores -a costa de sí mismos. De igual modo que reemplazan la falta de carne por una antropofagia sui generis, transforman sus pestilencias en el olor de las viandas que apetecen, o su ceguera en un jovial Miércoles de ceniza. (José Bianco, fragmento del prólogo a El que vino a salvarme)
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