martes, enero 11, 2005

Bambis

El escritor futurista debe luchar contra el empalago, identificar y suprimir cuerpos barrocos. En una primera escritura nacen -por la boca o por cesárea- los monstruos más infames. El ser de la criatura ya está en marcha y parece la razón de la escritura: en cuanto uno intenta desactivar ese motor reproductivo, la presión de los monstruos crece. La novela engorda y tapa al narrador. En la correción, el escritor futurista ordena su propia taxonomía, afina su equilibrio, cobra coraje, duda, extrae algunos monstruos fallados, monstruos que no renuncian -como Ibarra- a su propia excepción. Antes de entregarlos al anonimato, prefiere seguir dudando y ofrecerlos en holocausto a los amigos de conejillo de indias. Aquí, un pequeño adelanto.

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