Cuando conocí a Denny Yang en Lisboa los dos éramos todavía adolescentes. Ambos viajábamos hacia el sur de Portugal y coincidimos en la idea de cruzar a Marruecos. Había alguien más, un canadiense bizarro, de apellido Duarte; tenía aspecto de liliputiense y llevaba en la frente la marca de una lobotomía. Yo fantaseaba con un mundo exótico, y en busca de espectros beatniks, del cual Paul Bowles entonces era resto vivo, me sumé al viaje. Cruzamos desde la ciudad muerta de Algeciras. En cuanto pisamos Tánger, me percaté de que mi juventud y mi inexperiencia tornaban imposible rastrear fantasmas beatniks -muchos años después los encontré en el extraordinario film de Cozarinsky, Fantômes de Tanger-. Seguí a mis dos compañeros -aunque a esa altura ya éramos cuatro, con un tal Albert Kaye, el único descendiente de apaches que conocí en mi vida- hacia Fez y Marraquesh. De las dos ciudades no recuerdo nada especial salvo sus zocalos, el ajedrez en cafés que no servían alcohol y los albergues precarios en los que compartíamos enormes dormitorios con viajeros extravagantes. En Denny, que era todavía más joven que yo, percibí una figura melancólica e inquieta: una simetría que me resultó amable. Sus padres eran cantoneses asentados en Sao Pablo, donde él había nacido y vivía ligado a dos culturas que le resultaban insoportablemente ajenas. Él era un extranjero consuetudinario y quería ser escritor. Yo escribía y cargaba en la mochila inútiles manuscritos que le transferí -Denny, por cortesía, dice guardarlos-. De regreso, al despedirnos en el puerto de Algeciras, tuve la sensación de que el viaje en algún punto había fracasado: no había falsificado ningún recuerdo, no había respetado la presencia del desierto, no había estado solo y por consiguiente no me había sentido un extranjero. Después de perder contacto durante años, Denny Yang me escribió. Entonces descubrí que él representaba para mí el recuerdo perfecto de aquel viaje. Me envió su primera novela publicada, Isabelle, un logrado diario que combina el tono confesional-humorístico con percepciones sociológicas que en un primer momento me remontaron al cine de Nani Moretti y más adelante, cuando deriva hacia las superficies de la terapia, a las manías de Woody Allen. Denny tiene tres blogs: O pedante, y dos en los que ha posteado las novelas inéditas: Sirous y Esbozo.
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