domingo, enero 09, 2005

Quinta

"Me detenía ante una vidriera, trataba de hacer tiempo porque paradójicamente una mujer que aún no había aparecido en escena me atraía. Estaba decidido a amarla, y a medida que esperaba comprendía mejor que mi aspiración no se correspondía con un cuerpo inmediato. Convencido de que ella no aparecería hasta que yo no cumpliera con un ritual amable, me volvía hacia la vidriera para inspeccionar con atención las prendas ahí exhibidas. Sólo había un pálido maniquí, en el medio de una tarima. Yo fijaba los ojos en esa piel desamparada y sentía un eco avanzando a mis espaldas. El eco era en realidad la presencia de un nombre que no terminaba de asentarse en el anillo de una voz. Daba la impresión de que un humano rugiera. De pronto alguien pasó caminando, y como si pidiera una limosna susurró usted no conoce la desventaja de estar muerto y hablar con una mujer: ellas ya saben que uno no cree en lo que dice."

Deducir en qué circunstancia fue escrito éste sueño es, una vez más, inútil. Esto piensa Rivas ante una carta cuyo destinatario podría ser cualquier hombre, y cuyo remitente es alguien que se apoda H.H. Es la quinta carta que le llega en las últimas dos semanas de su mes de vacaciones. En todas, H.H detalla un sueño, pero omite siempre la posibilidad de un destinatario. Rivas ha leído cada carta varias veces y ha sentido que era gradualmente sometido a una espía en la que no podía elegir ni predeterminar objetos afines.
Esta vez, como si las palabras hubieran dado en su blanco oculto, percibe que algo emergente del sueño lo ha lastimado. ¿Por qué no preguntarse por el remitente, ahora, en la quinta carta? Probablemente se trate de un malentendido. El típico malentendido que solventan los orates profesionales: gracias a la beneficencia de un pariente, pueden permitirse atormentar a un desconocido.
No cualquiera decidiría conservar al remitente en el anonimato de la doble H. Muchos preferirían, más por vanidad que por curiosidad, mortificarse durante un par de días imaginando al progenitor de esas líneas; incluso especularían con la posibilidad de responder o rastrear la dirección apuntada en el dorso de la carta.
De cualquier manera a un solitario como Rivas, que en el mes de vacaciones planeaba acopiar coraje y suicidarse, éste ciclo de repeticiones lo mantendrá vivo un año más.

1 comentario:

Diaz de Vivar dijo...

¿y cómo sigue la historia?