La estación de subte Boedo tiene doble andén. El pasajero en cuanto baja de la formación de subte siente una leve puntada de vértigo: en todos los carteles de Salida se consigna Escalera fija. Para alguien como yo, que ha decidido abandonar su departamente en el barrio de Congreso para evitar subir y bajar, por culpa de sucesivos olvidos, más de diez veces a diario dos antiguas escaleras caracol de mármol con ciento treinta peldaños cada una, la falta de previsión de Metrovías es imperdonable. Una vez que uno logra evacuar su exitencia por escaleras tan empinadas que recuerdan la popular de la frágil Bombonera, queda sólo atravesar los molinetes, y enfrentarse a una disyuntiva más generosa. Cada boca de salida da a una esquina, y cada esquina, en San Juan y Boedo, tiene un nombre: Homero Manzi, Elias Castelnuovo, Alvaro Yunque, y si no recuerdo mal José González Castillo.
1 comentario:
Ah, mientras no se tenga la manía de contar compulsivamente los escalones de cuanta escalera haya que subir (o bajar), siempre se puede pensar, a modo de compensación por el gasto de energía incurrido, que los músculos de las piernas estarán agradecidos.
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