El exitoso juicio que Gustavo Nielsen le hizo a Piglia deja en claro hasta qué punto los celos traicionan a muchos escritores. En la literatura sólo bajo el peso de una gran vanidad se puede llegar a la instancia ridícula de la querella.
De más está decir que después de conocer -vía Fricciones- los extraños vericuetos judiciales en los que anda el malevo de Adrogué, resulta factible que exista una ecuación inversamente proporcional entre la tinta que éste invierte en sus defensas y la cantidad de novelas que publica.
La literatura depara infiernos imprevistos... Especialmente cuando dos hombres esperan lo mismo de ella.
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