jueves, marzo 03, 2005

Persecución

¿Nielsen paranoico? De ninguna manera. Los hechos siempre fueron claros como el agua... Ya nadie pone en duda que aquel premio estaba digitado... También los actuales premios: el mismo cuestionamiento podría recaer sobre Martín Caparros o Guillermo Martínez -escritores que venían publicando por Planeta y aceptaton las reglas publicitarias impuestas por editores y agentes- si hubiera existido escándolo en la prensa y entre los finalistas hubiera quedado un tipo tan jodido como Nielsen (cuya primer novela, La flor azteca, había sido finalista del mismo premio conflictivo, y publicada, casualmente, por Planeta)... Porque ningún escritor que se presenta a uno de esos premios, en Argentina, en España o donde sea, ignora cuál es el modus operandi: los premios son justamente operaciones de prensa para promocionar autores de la casa. La mala fé de las editoriales es parte de una cláusula implítica y tácitamente convenida. Ningún escritor formado se toma en serio las bases de un concurso. Sabe a qué se expone cuando se presenta; después no hay peros: el que chilla no llora... En todo caso, también hay mala fe de parte de Nielsen, que no llegó justamente a ser finalista porque mandó su manuscrito por correo y con seudónimo. Sus argumentos en el juicio dan fe de esa mala fe: "el concurso literario literario es el único medio digno a fin de que, tal vez, el autor sea valorado en el medio cuando no cuenta con recursos propios para lograr la publicación de su obra, de manera que los concursos deber seguir manteniendo la pureza que los convierte en máquina de sueños donde se involucran cientos de esperanzas"... Un poco ingenuo. ¿Quién se lo cree? Yo me lo creí hasta los veinticuatro años. Pero Nielsen tiene cuarenta y monedas. Es vergonzoso y curioso que su mala fe, aún cuando El amor enfermo sea una novela más interesante que Plata quemada (de eso puedo dar fe, y me sorprende incluso que haya sido finalista de un premio destinado a catapultar bodrios), superponga las normas del mercado literario con la legalidad de una justicia que en Argentina se ha demostrado ilegal. La querella de Nielsen no puede definirse si no como un acto estético de psicopatía: una vengativa vuelta de tuerca a aquello que, excluido de la letra, es la norma en sí; a aquello sobre lo que no se dice nada porque es la verdadera condición de la legalidad. Y no viene mal que un Grupo como Planeta se coma una pálida de este tipo. ¿Pero de ahí a que Piglia sea el chivo expiatorio...? ¿No tiene bastante con la persecución judicial que le iniciaron sus propios personajes?

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