sábado, marzo 26, 2005

Solícitos

Está solicitada es tan risueña como la apócrifa que, justo acá abajo, firman Carlos Fuentes y compañía. Piglia, como cualquier acusado que se considera inocente, sí puede creer que se lo acusa de ser Piglia, y esa al parecer fue su coartada ególatra en aquel artículo en Radar. Pero no es así. Está muy claro que se lo condena por haber participado en un premio violando ciertas normas. Que haya sido instigado por su manager es otra cosa. Como bien dice Fogwill, en el "proceso" Piglia podría haberse sincerado y haber saldado cuentas con su agente -además jurado del premio-, que es el verdadero responsable del escándalo. Prefirió la fidelidad. En este caso, una postura menos ética que política.
Lo triste es que sea Piglia y no un escritor mediocre quien haya quedado involucrado en un escándalo de este tipo. La querella de Nielsen apunta en particular a Planeta y Shavelzon, y en general a denunciar, quién sabe por qué manía reivindicativa -a esta altura, creo, pueden descartarse el resentimiento y los celos-, a través de la justicia (vale la pena preguntarse si formularla en este ámbito extraordinario para la literatura no fue una consecuencia inevitable), una práctica común en los grandes premios y, más especificamente, a denunciar aquello que en el campo de la literatura y el arte se ha transformado en una práctica y en una estrategia de mercado.
De modo que para abarcar la dimensión de los hechos, conviene separarse del aprecio que se le pueda tener a Piglia como escritor. La querella de Nielsen puede leerse de distintas maneras: acto estético de psicopatía como yo creí al principio o, pensándolo mejor -y pensándolo en relación a su obra-, performance contrapolítica en el centro de un capitalismo tardío que, paradójicamente, en el recurso legal a veces aloja la reserva para obturar ciertas prácticas que aseguran, precisamente, la eficiencia de un sistema y la circulación ficticia de la producción (al saturarse en un punto, el capitalismo se recicla a través de la excepción, la puesta en acto del fundamento de la ley). Y si bien es lamentable que la justicia interfiera en el campo literario, convendría evaluar si la fatalidad de esa injerencia no se debió a una hipocresía generalizada o, más precisamente, a la enajenación actual de la Cultura en la cultura del mercado. En otras palabras, vale la pena preguntarse si para que la denuncia de Nielsen cobre un matiz contrapolítico y circule como una riesgosa intervención en la res publica, recurrir a un límite exterior, el de la justicia, no era la única alternativa, la más audaz de todas las pensables. De cualquier manera lo que ya es una intervención pública al parecer está lejos de desalienar a alguien... Todavía muchos creen que acá hay nombres y que hay un individuo daminíficado -Piglia o Nielsen-, pero en realidad hay algo más obvio que, detrás de la indignación de Piglia y de la solidaridad de intelectuales que "respetuosos" de su sólida producción cierran filas en un solicitada, ha quedado en un claroscuro: ha sido sancionado el conglomerado de multinacionales y agentes que rige el mercado editorial. Ha sido condenada una práctica y una política de mercado. Pero por lo visto, ante la falta de reacción y discernimiento -que un escritor como Piglia, alguien que podría prescindir de esas prácticas, sea el condenado, genera una escena contradictoria, eso es cierto-, la misma intervención lamentablemente está destinada a disolverse en su propia excepción para que, después de todo, los premios sigan arreglándose, pero de un modo más discreto.

2 comentarios:

Diego dijo...

Es llamativo que después de un par de semanas de que Piglia hubiese salido a defenderse en Radar, en la que en lugar de intentar despegar su pasado, su presente y su futuro de ese acontecimiento puntual del Premio Planeta, se aferrara con más fuerza al todo o nada de la biografía impoluta que algún día alguien escribirá. Tal vez para que quede la duda por siempre en el corazón de los admiradores, Piglia salió a decir que al jarrón con 50000 dólares se lo pusieron. Pero más asombroso es que esa actitud de Piglia, que bien puede entenderse por la presión que implica verse en contubernios de ese tipo, haya sido respaldada por buena parte de la plana culturosa local. Plana local que lo admira y que se siente compañera de ruta de Piglia.¿Cómo lo podemos explicar? ¿Cadena de equivalentes, tal vez? Tal vez éste apoyo moral sea más importante de lo que a simple vista parece. Tal vez sea necesario para mantener la tranquilidad de la división de bandos. Con Piglia del "otro lado" se haría todo mucho más complicado.

Diego dijo...

Es llamativo que después de un par de semanas de que Piglia hubiese salido a defenderse en Radar, en la que en lugar de intentar despegar su pasado, su presente y su futuro de ese acontecimiento puntual del Premio Planeta, se aferrara con más fuerza al todo o nada de la biografía impoluta que algún día alguien escribirá. Tal vez para que quede la duda por siempre en el corazón de los admiradores, Piglia salió a decir que al jarrón con 50000 dólares se lo pusieron. Pero más asombroso es que esa actitud de Piglia, que bien puede entenderse por la presión que implica verse en contubernios de ese tipo, haya sido respaldada por buena parte de la plana culturosa local. Plana local que lo admira y que se siente compañera de ruta de Piglia.¿Cómo lo podemos explicar? ¿Cadena de equivalentes, tal vez? Tal vez éste apoyo moral sea más importante de lo que a simple vista parece. Tal vez sea necesario para mantener la tranquilidad de la división de bandos. Con Piglia del "otro lado" se haría todo mucho más complicado.