Esta llovizna que no deja Buenos Aires desde hace días me irrita. Por la tarde hablé con mi abuela. Mañana cumple años. Temeroso de que la senilidad hubiese abierto una brecha irreparable entre su fantasía y mi peculio, le pregunté qué querría de regalo. Escuché con alivio la palabra "Magiclick". Un "Magiclick", estupenda opción... Quizás dos "Magiclick", pensé: según las malas lenguas de mi dispersa familia mi abuela se especializa en romper "Magiclicks" y hornos. A las ocho de la noche, me dispuse a salir. Otra vez la llovizna. Nueve de la noche, negocios cerrados. Gente que me mira como a un demente cuando pregunto dónde podría conseguir un "Magiclick". Me resigno y refugio en un ciber... Mañana domingo va a ser más dificil. Pero tengo la solución. Durante el diálogo de hoy, mi abuela me recriminó que nunca le hubiera dicho que escribía libros y lamentó no tener ninguno. Pizpireta, me preguntó sobre qué escribía. Ficciones, contesté. "Ah, pero el tema, el tema, cuál es, ¿la salud?". "Algo así, claro", me animé a responder.
En algún momento mi abuela tuvo mis primeros libros. Seguro se los ha regalado al portero o los ha olvidado en la sala de algún médico. Si no recuerdo mal, hace años fue internada mientras leía mi primera novela. Durante cuatro días perdió la razón y habló sola. Creo que con un ejemplar de ésta compensaré la ausencia del "Magiclick".
1 comentario:
Pero ¿por qué no te gusta la llovizna?
Publicar un comentario