miércoles, diciembre 27, 2006
martes, diciembre 26, 2006
miércoles, diciembre 06, 2006
Ave Virgilio
Publicada en Los Inrockuptibles diciembre.
viernes, noviembre 24, 2006
Primera persona
No hay historia argentina ni secretos revelados de praxis política; no es una operación revisionista ni un ensayo audiovisual sobre la arqueología del poder. Yo, presidente se hace singular por todo lo que le falta, y en ese ascetismo programático ofrece sus imágenes más memorables: las de la intimidad ordinaria de varios hombres de Estado en su momento de repliegue personal... (Sigue en Nación Apache)
* Publicado en Los inrockuptibles noviembre.
miércoles, noviembre 22, 2006
Lápices y angustias
Por más ensayos, adelantos y ficciones breves de Sergio Chejfec, acá: su reciente página.
martes, noviembre 21, 2006
lunes, noviembre 13, 2006
El mal menor
( sigue Nación Apache, publicada en Los Inrockuptibles noviembre)
domingo, noviembre 12, 2006
jueves, noviembre 09, 2006
Noll
* Publicado en Los Inrockuptibles noviembre
jueves, octubre 12, 2006
Despegué los párpados tan pausadamente como si elaborara el alba.
lunes, octubre 09, 2006
sábado, septiembre 30, 2006
martes, septiembre 19, 2006
Y bien, morimos *
Millones de años
para la muerte, para una dignidad
extraña, en cierto modo
ajena. Pero el tema es más ambicioso
que el pensamiento
y se pudre allí mismo.
Quizás hay un error
de pespectiva en todo esto;
especulaciones, sistemas,
estructuras mentales
y el terror debajo. Pero antes
hemos pedido vino
y marchitas
vimos caer las uvas. Morimos,
algo extraño,
pero siempre después.
Y sin embargo hay hombres,
hombres en todas partes,
sobre todo en la tierra.
Multitudes, máquinas,
cerebros secos al amanecer,
el viento, una rosa en la mesa
y café. Todo esto
consagrado a la luz; la muerte
no es natural.
Joaquín Giannuzzi
* de su primer libro, Nuestros días mortales (1958), incluido en Obra poética, Emecé, Buenos Aires, 2000 (atención: actualmente en saldo en la librería Dickens.)
miércoles, septiembre 13, 2006
lunes, septiembre 11, 2006
viernes, septiembre 08, 2006
Jornada
Este modo de ceñirse a un universo, con completa conciencia y dominio estético, sin empantanarse en la particularidad de los actores -que en los primeros planos siempre representan el pasado y no el presente del personaje en cuestión-, hace de Cuatro mujeres... un film nítido, de universo sutil y complejo que justifica con creces un despliegue narrativo moroso. Además asombran diálogos que de tan naturales parecen delirantes y actuaciones logradas.
Ahora pienso que el salto cualitativo entre estos dos film quizás se deba a que en el último, aunque la historia también sea delgada, el guión esté elaborado exhaustivamente y ancle mejor ciertos detalles y recursos que el mismo cineasta manejaba pero quedaban desflecados en el montaje. Los tiempos y las viñetas teatrales de Fassbinder, y las atmósferas despojadas del Pedro Costa de No cuarto da vanda, ahora sí parecen subyacer en el estilo de Loza.
Mientras en el café del Gaumont hacía tiempo para la función de Sofacama, segundo film de Ulises Rosell, hojeé el suplemento espectáculos de Clarín y me topé con una reseña sobre la película que acababa de ver. El crítico de turno pensaba que Cuatro mujeres... no era un filme tan logrado como Extraño. Vaya tipo. Había escuchado al salir a tipicas señoras de matinée renegando del film porque no se entendía, pero ésta vez nada era tan divergente y extraño como la opinión de un calificado.
lunes, agosto 28, 2006
jueves, agosto 17, 2006
Ciclo
Literatura y realidad: ¿de qué hablan las novelas hoy?
Dialogarán:
Miguel Vitagliano y Matías Serra Bradford
Jueves 17 de agosto a las 19
Carlos Gamerro y Oliverio Coelho
Jueves 31 de agosto a las 19.00
Librería Eterna Cadencia
Honduras 5582
Entrada libre y gratuita
miércoles, agosto 16, 2006
Wells
(Publicado en Perfil Cultura el 13/08)
lunes, agosto 07, 2006
Animales
* Publicada en Los Inrockuptibles de agosto.
jueves, julio 27, 2006
Microbios 2
Dos o tres catástrofes menores
Ficciones de la infección
(Nación apache)
miércoles, julio 19, 2006
viernes, julio 14, 2006
Brando por sí mismo
"En una corrida de toros, me gustaría ser el toro pero con mi cerebro. Primero, me enfrento al picador. Y luego persigo al matador. No, camino hacia él hasta que se cague en los pantalones. Después le clavo un cuerno en medio del culo y lo hago desfilar por todo el ruedo". (Sigue acá)
(Radar, Pagina 12)
martes, julio 11, 2006
Money talks
viernes, julio 07, 2006
Lo inhumano
jueves, julio 06, 2006
lunes, julio 03, 2006
Paraisos perdidos *
La literatura producida en la década del sesenta, se ha vuelto, con el tiempo, terreno fértil para ciertas paradojas. Puesta sobre el blanco de la improvisación extrema, la prosa de Néstor Sánchez, en su fraseo alucinado, muestra obstinadamente una grieta ritual. En ese ritual se omite la tradición y la historia. Siberia blues, como sucede con las master sessions del mejor free jazz, es el registro de la improvisación en estado puro, esto es, de un pasado sin historia, proyectado en un futuro imperfecto. El presente del texto deviene tiempo pretérito en las posibilidades de un relato que, entre tanta ida y vuelta de los modos condicionales a los potenciales, es ante todo el registro de un narrador ausente o, lo que es lo mismo, en trance. Por momentos la novela parece una composición montada sobre la memoria de un oído amnésico, ansioso de una identidad y, sobre todo, de pasado.
En Siberia Blues, tanto como en El amhor, los orsinis y la muerte, las posibilidades del relato, diseminadas en una combinatoria de acciones improbables, hablan de un discurso repleto de sí, de una suerte de lenguaje coloquial que frasea, carraspea poesía y en la longitud de sus asociaciones libres conspira contra una eventual narración: interrumpe cualquier serie de acontecimientos para que un oído dentado monologue y mastique restos sonoros.
Todo es condicional y posible en un presente narrativo que intercala a discreción la primera persona y la segunda. Pero la anécdota de Siberia blues es mínima y se ilumina en los recuerdos fragmentados de la infancia, en el mito de una zona y de una barra, la de Tomasol. Ahí se origina la novela: en el último descampado de Villa Urquiza, la Siberia, una quinta en la que transcurre una juventud que en el recuerdo es clandestina y paradisíaca. A partir de ese momento, las mujeres, las carreras de caballos, el escolaso, un robo frustrado, la cárcel, la amistad con un joven de la barra apodado el Obispo, rondan el texto como partes de un relato que nunca llega. Algunos fragmentos, perneados por el desorden de los sentidos y la sintaxis machacada, presentan el único tono sostenido del libro: la melancolía del tiempo perdido.
Pero menos que un blues, Néstor Sánchez compone una suerte de acelerado cadáver exquisito que, en el campo artístico de su época, tiene medio hermanos en Ornette Coleman y en el cineasta norteamericano Stan Brakhage. Si éste último rescata imágenes del fondo de la mente e interviene el contenido de los negativos en busca de un lenguaje ácido y primitivo, algo similar improvisa Sánchez con las voces que flotan en el recuerdo: las retira de la conciencia y las inhuma en una suerte de ritual burroughsiano que involucra, ante todo, la experiencia del escritor.
Los rasgos extremos de experimentación literaria, los tópicos barriales y el empleo original del lunfardo, aunque hacen de Néstor Sánchez un escritor menos vetusto y aparatoso que el Cortázar novelista, alimentan esa temible paradoja también aplicable a algunas novelas sesentistas innovadoras por su técnica, como Los albañiles de Vicente Leñero, Conversación en la catedral de Vargas Llosa y la misma Rayuela. Cada uno de estos libros fue una pieza esencial en la historia de la literatura latinoamericana, pero mucho tiempo después, sin la bonanza del Boom, por esa misma particularidad que retrataba las travesías estéticas de una época, son obras que en el presente quedaron fuera de foco.
* Los Inrockuptibles, julio de 2006
miércoles, junio 14, 2006
Una terraza propia *
La antología, por el contrario, podría considerarse una suerte de exposición conjunta exquisitamente desalineada y colorida en la que cada voz representa un mundo situado más allá de los estereotipos femeninos; un mundo enclavado en ese horizonte de pura literatura anterior a los géneros, a las temáticas y a las edades. Los cuentos y las autoras son veintitrés, y sin embargo tienen algo en común. Más que narrar una historia amena en tres movimientos, los textos dejan entrever huellas y declives en escrituras heterogéneas que no remiten, justamente, a "historias de mujeres en busca de la felicidad".
En cada narración puede leerse la esencia ralentizada de una voz, y la antología como tal tiene el mérito agregado de presentar un panorama de nuevas narradoras sin someter la totalidad ni las partes a exigencias comerciales. Las escritoras conocidas se mezclan con las más jóvenes, y en un caso u otro prevalece la misma impresión: la etiqueta de literatura femenina, que es funcional al modelo de narradora latinoamericana que produce historias ágiles, indudablemente no se ajusta a estos cuentos. Basta leer a Mariana Enriquez, a Fernanda García Curten, a Selva Almada, a Moira Irigoyen, a Claudia Feld o a Samanta Schweblin, para comprobar que las anécdotas esconden, como en un doble fondo, una apreciación de mundos oscuros que borra las fronteras posibles entre la voz de un escritor y una escritora.
En el cuento de Enriquez una joven narra con melancolía la historia de un muchacho atípico que hace filmaciones raras por encargo y queda inmerso en una sensual historia de terror. Samanta Schweblin toma como excusa kafkiana la espera de un forastero en un paraje perdido para desplegar un precioso repertorio de crueldades oníricas. García Curten logra quizás el cuento más extraño de la serie y aborda el vínculo absurdo de un sirviente con el fantasma musical de su ama.
No faltan narradoras dotadas de un refinado humor, como Julia Coria, Ingrid Proietto o Paola Kauffman, y sobran relatos compactos que hacen foco en la descripción de climas: el de Beatriz Vignoli, Anna Kazumi Stahl, Marisa do Brito Barrote o Jimena Néspolo, todos llamativamente reunidas en el apartado Desde otro lugar. A su manera, todas las autoras hacen circular una versión íntima de la literatura, y esta antología es el registro en clave de esa intimidad memorable que dialoga con su época, a la intemperie.
Los inrockuptibles, junio de 2006.
* Antología de nuevas narradoras argentinas, Editorial Norma, 283 pgs., Selección y prólogo a cargo de Florencia Abbate.
domingo, junio 11, 2006
miércoles, junio 07, 2006
Nacional
La Senadora Nacional Silvia Giusti, del Partido Justicialista de la provincia de Chubut, pensó, redactó y sometió al debate de sus pares, todos probados émulos de Don Lisandro de la Torre, la reforma del Artículo 8 de la Ley 17.741. La idea es que las películas argentinas incluyan un mínimo de ocho segundos del plano general de la bandera de la Patria, celeste y blanca, símbolo de la unión y de la fuerza con que nuestros padres nos dieran independencia y libertad. De lo contrario, serían consideradas extranjeras: paraguayas o japonesas, para citar solo algunos ejemplos del futuro de vergüenza que le espera al cineasta desertor. Por fin una mirada stalinista sobre el arte. Era hora. Aquí -sobre todo en el mundo del cine- hay mucho pantalón tiro bajo, mucho anteojito trapezoidal, mucho yoga, mucho escarceo sexual y humo en los festivales y mucha, muchísima, droga de diseño (nueve de cada diez miembros de la industria cinematográfica argentina son adictos a algo) que, en general, dan como resultado una cinemanía liberaloide hecha a la usanza de Hong Kong -otro relajo- y los carcamanes de la Nouvelle Vague, adefesios formales en guerra abierta contra lo nuestro.
Pero hay que ir más allá. Los ochos segundos de bandera argentina, que deberían ser ocho minutos, podrían insertarse en los momentos de clímax de cada relato. Por ejemplo, si un guión X desarrolla la secuencia narrativa "amor a primera vista, encuentro ardiente, problemas, separación, reencuentro, asesinato", ésta debería ser reemplazada por "amor a primera vista, encuentro ardiente, problemas, separación, reencuentro, bandera argentina, asesinato en el Monumento a la Bandera". ¿Por qué todas las películas argentinas, las de ficción y las documentales, no pueden tener su desenlace a orillas del Paraná? ¿Cuál es el problema técnico para que no se haga? En cuanto a la floreciente industria pornográfica local, la reforma al Artículo 8 debería obligar a las estrellas femeninas a que, cuando saquen de su boca lo que en ellas haya entrado, dejen al descubierto, y a merced de un primer plano, la inscripción "Compre argentino" tatuada en escroto o bajos del glande en el estilo fileteado del maestro Martiniano Arce.
Como contribución al acervo de la Cinemateca Nacional, la reforma de la senadora cinéfila (o banderófila) no debería evitar que se realizara el film Bandera Argentina, pensado exclusivamente para entrar en los archivos (tiene que ser una película maldita por encargo; o sea: nadie tiene que verla). La historia que debería contar es la de una bandera, colgada de su mástil, tomada desde un solo plano fijo a lo largo de seis horas. Así como en Sleep, de Andy Warhol, un hombre dormía, se hacía el dormido, soñaba, se sacudía, pensaba, entre otra cantidad incalculable de actividades, la bandera de Bandera Argentina podría flamear en ondas, arrugarse, plancharse, enroscarse sobre el mástil y hasta deshilacharse y desaparecer de golpe: una típica película de aventuras. Una vez que tengan resuelto este problema, los asesores de Giusti arrancarán con dos proyectos ambiciosos: que las ballenas francas de Puerto Madryn tengan en sus aletas una escarapela al lado del slogan "Todos los climas" como dispositivo de publicidad estática itinerante. Y el último, con el que el think tank de Giusti se devana los sesos: intervenir las voces submarinas de las ballenas con la Marcha Peronista o Argentino hasta la muerte de Roberto Rimoldi Fraga (1989-1999), con el propósito de darle a la naturaleza una muestra de la música incidental de la Nación.
* Zoom, Los inrockuptibles, junio de 2006.
lunes, junio 05, 2006
Footing
¿Por qué un aristócrata, tras heredar una fortuna, podría desaparecer de la faz de la tierra sin dejar rastros? Con la inscripción de este interrogante comienza Footing sostenido. Al modo de Leo Perutz, donde la intriga pende de la resolución imposible de una ausencia, y donde la presencia del absurdo dice más que la lógica de cualquier pesquisa, el detective Barreiro y el mayordomo Bonnemaison intentan resolver el enigma.
En esa suerte de introducción la novela transita elegantemente sendas familiares. Lo que ignoran los investigadores es que Valentín Boyard, el protagonista, no ha heredado una fortuna sino la bancarrota de su abuela. A partir de ese momento el narrador le da al relato un golpe de timón, y refiere la serie de acontecimientos que entonan la huída de Boyard y su adoptivo amor, Marisela, una sirvienta paraguaya. Poseen una fortuna secreta, y a bordo de El recuerdo triste, en busca de una tierra convertida en mito, el Paraguay, viven una travesía alucinante por el río Paraná. En el trayecto, podría decirse, la literatura deviene atemporal. Con insolencia gombrowicziana, Santiago Stura resuelve una rica profusión de incidentes, crímenes y catástrofes encadenando los acontecimientos al infinito, de tal modo que la aventura parece producirse por una alocada intervención del azar en el mundo.
En el barco fantasma circulan personajes que improvisan farsas: entre otros, una escritora uruguaya que siembra a bordo crímenes bufos, dos monjas aterradas, el lúbrico capitán Mackeena y su único empleado, Claudinho, mezcla de cotorra y esclavo. Se trata de un elenco extravagante que superpone El recuerdo triste a la nave de los locos -esa reliquia medieval destinada a naufragar ad eternum-, a la nave de Fellini, y sobre todo a la nave de Odiseo, sobre la que, en el desenlace del libro, el pasado retorna, como esencia monstruosa y divina, para poner a prueba a Boyard. Sólo que en este caso la evidencia de que los dioses reencarnan en un pathos físico, es decir, en la escuela de la carne inaugurada por Virgilio Piñera y reinventada de forma brillante en su versión apolínea por Santiago Stura, conduce la aventura hacia el mejor de los recuerdos: el que funde el paso de un libro con la experiencia inolvidable de la lectura.
Publicado en Perfil, Cultura, 04-06
martes, mayo 16, 2006
Víctimas del pecado
lunes, mayo 15, 2006
Inventario 2 de Promesas. 3 entrevistas 3 para fomentar el malentendido + 2 carambolas tardías = 6 líneas de fuga %
Por Mariano Valerio en Los inrockuptibles.
Por Silvana Friera en Página 12.
Carambolas:
por J.P. Bertazza en Página 12
por Pablo Gianera en La nación
jueves, mayo 11, 2006
Sin estridencias
Vale la pena entonces indagar en el por qué del retorno de lectores hacia un escritor que evidentemente, hoy en día, no es parte de una moda, y que en el teatro de los afectos intelectuales ha perdido acciones y representa una pieza sin valor de uso especulativo. La ausencia de Bioy en debates y artículos resulta llamativa, y tienta suponer que estamos ante un caso de escritor subvalorado.
Más allá de la modernidad
La reeedición de Bioy, fuera de los esoterismos comerciales -como empezar a reeditar en una fecha redonda respecto al nacimiento del autor-, podría hablar de una literatura destinada -si no lo fuera ya- a transformarse en clásico. Pero lo más seguro es que una reedición tan abarcadora diga algo más sobre la presencia solapada del autor en la narrativa argentina contemporánea: Bioy inauguró en Argentina un modo de escribir atípico para la época, una modalidad sutil y sin estridencias, un sistema narrativo donde el juego de matices, la sátira y la ambigüedad psicológica aparecen unidos a cierta naturalidad en la escritura. A diferencia de Borges y Puig, que son islas impares y campos magnéticos casi sin continuidad, Bioy podría pensarse como un puente entre mitades del siglo XX. Su obra está situada en el ocaso de la figura moderna del escritor, y concentra, a modo de tesoro oculto, la clave para entender otro mapa de influencias en la literatura argentina.
Para releerlo, parece entonces inevitable separarse de la figura del autor, de Sur, de su fama de mujeriego empedernido, de su extraño final, de detractores y de apologistas. En resumidas cuentas, apartarse de su biografía -que a esta altura más que allanar complica la lectura- para remitir la obra hacia el futuro. El contexto histórico cambió, y a pesar de eso, Bioy, como Silvina Ocampo -de quien editorial Sudamericana pronto editará Las repeticiones y otros relatos inéditos, y una autobiografía en verso titulada Invenciones del recuerdo-, funcionan como traspaso de la modernidad literaria en Argentina. Desde ese umbral pueden leerse fuera de época, desenfocados y ampliados en el presente. Son un punto de transición que a nuevas generaciones de lectores les habría facilitado el paso de Borges a algunos narradores contemporáneos cuya inventiva quizás no encontraría interlocutores tan atentos. Bioy vuelve a las librerías como un precursor, y a diferencia de otros escritores celebrados en su época y dados al ejercicio de estilos preciosistas -Mallea, Mujica Lainez-, su prosa, como la de todo buen escritor de ideas, se lee modificada por el tiempo pero no envejecida.
Boutades
Aunque el título Historias de amor corresponde a una antología temática, toda la obra cuentística de Bioy podría pensarse como una indagación de los afectos unida al recurso fantástico. Quizás ningún escritor haya ofrecido percepciones del amor tan diversas y contradictorias. Desde La obra y Cavar un foso, donde el amor es el origen de la catástrofe, hasta el amor como condena en el satírico Una puerta se abre, en el cual los amantes suicidas, tras ser congelados a lo Walt Disney, se encuentran por error en el futuro. De la posibilidad de perder la ocasión de amar o no hallarla nunca, provienen en general los climas levemente opresivos de sus relatos. Su prosa estilizada no rehúsa distorsionar atmósferas y anécdotas a través de muescas irónicas, en apariencia insignificantes, pero claves para apreciar las fluctuaciones internas del estilo.
La literatura de Bioy tiene un inventario propio de boutades. No debe sorprender que en más de un momento algunos pasajes paródicos parezcan coincidir con tramos luminosos de César Aira. Es que un providencial humor interviene en las frases, siempre se gradúan matices para definir o esfumar a personajes aquejados por destinos o misiones ingratas en cuyo cumplimiento, en general, sus relatos dan un giro fantástico. Sin esta artesanía minimalista, sin la apertura lúdica y sin esa ironía que el narrador declina sobre sus personajes, sería sólo un escritor de rigurosas tramas fantásticas que cruza, como en el típico relato policial, dos historias: hechos inexplicables y una pesquisa. Analizando con cuidado la ondulación de su prosa, se percibe que una dispersión de recursos mínimos en el tablero de la apuesta literaria, por acumulación le confiere a su obra la originalidad necesaria para que resulte hoy en día, al menos para las nuevas generaciones de lectores, precursora no sólo de la literatura fantástica argentina, sino de corrientes más zumbonas y delirantes.
Máquinas y mujeres
En sus primeras tres novelas y en su obra intermedia las percepciones del narrador funcionan en el texto como una elegante máquina de innovación estilística que, no puede negarse, le debe tanto a la amistad con Borges como a clásicos anglosajones: H.G.Wells, Stevenson, Kipling... Sin embargo las máquinas paradójicas, esas invenciones reales que perseguían al autor como cálidas pesadillas, en su primera novela ya aparecen formuladas en una variante fantástica: la máquina de reproducción amorosa-alucinatoria de La invención de Morel, cuyo fenómeno omnipresente es Faustine. Frente al drama de una imagen reproducida al infinito, en el narrador protagonista la memoria deviene, primero, medida de un paradójico amor, y luego pasión. El imposible olvido conlleva un grado de fatalidad extremo. Premonitoriamente, en La invención... la técnica serializa el deseo, alterando el destino del amante. Podría escribirse un tratado sobre la figura de la mujer o sobre la predestinación fatal de lo femenino en los hombres memoriosos de Bioy. Es que al igual que pequeñas divinidades, las mujeres quedan fuera del tiempo al ser representadas -o reproducidas- como amadas, y transforman a hombres comunes en héroes desdichados -El otro laberinto-. Son hados que llevan a cualquier héroe -como sucede en otro extraordinario cuento, El lado de la sombra- a la concreción de un destino trágico, el del aislamiento. Cumplen, en este sentido, una función antagónica. El héroe de Bioy entra en la ficción, en la isla desierta, cuando ama, y cabe arriesgar que la historia de amor es un nudo que prepara, sobre todo en los cuentos, la irrupción de lo fantástico.
Es en Plan de evasión donde la isla como espacio ficcional aparece explorada hasta el límite del absurdo. Si no fuera por la larga explicación final, esta novela y Dormir al sol podrían considerarse exponentes del absurdo y del realismo delirante. Por otra parte, junto a La invención... y a cuentos como De la forma del mundo, Plan de evasión funda una vertiente narrativa ambientada en escenarios remotos: la isla como espacio en el que se purgan penas -que en su obra casi siempre son amorosas-, la isla como proyección de la memoria o espejismo político del fugitivo. En esa vertiente virtual podrían ubicarse algunos inevitables relatos contemporáneos: La ilusión de monarca de Marcelo Cohen o Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill.
Nevers, el protagonista de Plan de evasión, es de alguna manera un fugitivo que, en un paraíso geográfico -las Islas de la Salvación, entre las cuales está la celebre Isla del Diablo que alojó al capitán Dreyfus- vive una pesadilla. Enviado forzosamente como administrador de la cárcel, entra en una vorágine paranoica, y entabla una batalla mental con un personaje grotesco, el gobernador de estas islas habitadas por hombres ineptos, locos e inválidos, que nada tienen de presidiarios. El gobernador Castel es un hombre taciturno. Como buen orate, cría animales anómalos y planea una revolución extravagante para salvar a los presos políticos inocentes. Los detalles de éste plan subversivo aparecerán aclarados en un final que incorpora, una vez más, una explicación técnica que, podría decirse, es lo menos original del libro.
La novela inmediatamente posterior, El sueño de los héroes, marcó una modalidad definitiva en la narrativa de Bioy. El lenguaje es más coloquial, Buenos Aires aparece como escenario, y un juego entre elegante y malicioso con los prototipos porteños, los mitos de la plebe, las pequeñas soberbias del argentino medio, atraviesan el libro. Las marcas barriales y las costumbres son identificables: el cabaret, la amistad y los cafés, el tango, los billares, el tranvía, Villa Urquiza, Saavedra, Palermo, Villa Luro, los almacenes, salones de juego, etc. Al revés que en La invención, el destino se presenta bajo la forma del olvido. Gauna, el protagonista, después de ganar a las carreras, se propone salir con amigos y dilapidar su pequeña fortuna. Es carnaval, y pasa varios días de excesos etílicos. En los bosques de Palermo presencia un episodio sobrenatural que queda obturado en su memoria, y que retorna cíclicamente. Mucho tiempo después, Gauna, a pesar de amar, decide repetir aquel ritual de carnaval para cumplir con el destino avizorado. Como en El sur de Borges, la predestinación del héroe está en el coraje y el cuchillo. Quizás por el bello argumento, y por un pudor incierto, Bioy, entre sus novelas, haya preferido ésta a Plan de evasión. En el prólogo a la reciente edición de El sueño... una frase suya parece ilustrar perfectamente la sensación que sobreviene tras la lectura de cualquiera de sus libros: "Muchas veces uno despierta con la sensación de haberse encontrado con algo maravilloso en un sueño, lo recuerda con bastante nitidez, luego se distrae, lo pierde, y entonces uno está ansioso por volver a encontrar ese sueño."
* Publicado el 7/05/06 en Cultura del diario Perfil.
sábado, mayo 06, 2006
Levrero
Algún rasgo en común, aunque sus universos difieran, comparte el genio de Mario Levrero con el de Felisberto Hernández: ambos montan en la digresión autobiográfica las pausas y los secretos de un estilo llano. Levrero nació en Montevideo, en 1940, y murió en la misma ciudad, en el 2004. Sus oficios a lo largo del tiempo variaron: guionista, fotógrafo, librero, humorista y jefe de redacción de revistas de ingenio. Entre otros volúmenes de cuentos, publicó La máquina de pensar en Gladys, Aguas salobres, Todo el tiempo, Espacios libres, Los carros de fuego. Además editó las novelas La ciudad, París, El lugar, Dejen todo en mis manos, El alma de Gardel y La novela luminosa. A partir de la publicación de La ciudad, sus libros fueron erróneamente encasillados en la ciencia ficción. Erróneamente porque, como Felisberto, Levrero es, ante todo, un escritor de lo fantasmal, un "alquimista" que trabaja con espectros íntimos y detritus de la experiencia.
No por casualidad, El discurso vacío, como casi toda la narrativa de Levrero, está en primera persona. La novela, concebida a la manera de un diario, parece modular las intermitencias de una conciencia cansada de la ansiedad, de las interrupciones, del cigarrillo, del mal sueño... El laberinto espiritual -una especie de "psicosis voluntaria"- que transita el narrador es parte del procedimiento creativo que caracteriza a Levrero: la brillante bifurcación de una subjetividad que, sobre los huecos de la realidad inmediata, juega a componer y descomponer una realidad íntima.
Al igual que en la póstuma La novela luminosa, que tiene edición uruguaya pero no argentina, la ficción está concebida en la lengua culposa, aunque para nada confesional, de una subespecie: la del solitario sin ocio. Para el narrador -y de alguna manera también para el autor- en los pequeños incidentes cotidianos y en los sueños se esconde la posibilidad de reconciliarse con el espíritu, redimirse, volverse por fin protagonista de las acciones, o en su defecto "aprender a vivir otra vez, de otra manera". Pero para eso debe mediar la escritura, primero como ejercicio caligráfico de meditación; luego como un discurso cuya forma es la espera biográfica, o más precisamente la espera de "los contenidos ocultos tras el aparente vacío del discurso".
El extrañamiento kafkiano de los primeros libros de Levrero se deslizó entonces hacia un vacío levemente beckettiano: no es mucho lo que se espera, pero la espera es todo. Esa espera despliega un inventario de la vida, y El discurso vacío, en este sentido, puede leerse como un ars poetica. Según este ars poetica, lo que se distorsiona no es la realidad sino el individuo, esa primera persona que desmigaja a solas un tiempo mental. En esa operación se filtra un drama irónicamente plegado en la intimidad autobiográfica: el narrador, refugiado en la caligrafía, hace equilibrio en el límite de la literatura.
En más de un momento, la vida del protagonista parece coincidir con la de Levrero. Es escritor, redacta crucigramas para revistas de ingenio, fuma desaprensivamente, queda hipnotizado frente a la computadora. El mecanismo autobiográfico, como recurso narrativo extremo, deja entrar la ficción en la vida -y no al revés-, y en última instancia configura, más que un diario, un cuaderno de bitácora en el que cristalizan intuiciones metafísicas. Quizás por eso El discurso vacío sea uno de los libros más cabales del autor, y a la vez una puerta ideal de entrada a su universo.
La novela está armada a partir de dos grupos de textos. Ambos grupos se intercalan sugiriendo una cronología y se distinguen por sus contenidos. El primero lleva el título "Ejercicios" y el segundo "El discurso". Progresivamente, en cada una de las tres partes del libro, el límite entre un grupo y otro va confundiéndose en el cuerpo ambiguo de un diario íntimo. El ejercicio contamina al discurso, y viceversa, hasta que en la última parte el ejercicio concebido como adiestramiento deviene literatura, pero hacia atrás, retrospectivamente.
En principio, sin embargo, el ejercicio caligráfico esconde un ejercicio biográfico, es el marco de una paradójica escritura sin contenido, y de ahí la ambigüedad genial del diario. "Es preciso poner mucha paciencia y gran atención; tratar en lo posible de dibujar letra por letra, desentendiéndose de las significaciones de las palabras que se van formando -lo cual es una operación casi opuesta a la literatura (...)" Y más adelante: "el ejercicio caligráfico diario estuvo a punto de volverse un ejercicio literario. Tuve la fuerte tentación de transformar mi prosa caligráfica en prosa narrativa (...)." El narrador más de una vez se debate entre la buena letra y algunas tentaciones literarias que pueden arruinar su hábito terapéutico. Para no distraerse en las incoherencias del discurso, concibe nuevas digresiones. Sin embargo estas evasiones son incoherencias de otro tipo; representan lo ficcional de la vida, obsesiones delimitadas por el pudor del biógrafo: una esposa con la que nunca termina de encontrarse, un hijo hostil, una mudanza inminente, una sirvienta que renuncia, un zumbido que avanza, una computadora que absorbe.
Los textos de "El discurso" complementan de alguna manera a los "Ejercicios". Acá la práctica literaria se sostiene en la instancia de lo vivido. El protagonista narra su via crucis doméstico: una cadena absurda de restricciones generadas por el único fenómeno real en la novela, la presencia animal. Buena parte de estos pasajes abordan la historia del perro Pongo, y la de un gato intruso que, con sus manías ladinas, altera el orden familiar de la casa. Ahí hay una historia en perspectiva que "puede ser símbolo de los contenidos reales del discurso, imposibles, por algún motivo, de percibir directamente". Levrero no deja de advertir que la práctica literaria implica dosis de desasosiego. En el vacío de las circunstancias vividas detecta las consecuencias de un discurso que irradia en la escritura una enigmática perfección. Esa misma perfección, repujada sobre almas enrarecidas en un espacio cerrado, sitúa a Levrero en el santuario de los visionarios.
Los inrockuptibles, mayo de 2006.
jueves, abril 27, 2006
Freaks
(Infobae)
lunes, abril 24, 2006
Destilada
Volvía por la calle Perón cuando de pronto distinguió un bulto tendido en el umbral de un negocio. Era pequeño y negro, y no se asemejaba a los cuerpos de linyeras que poblaban de noche el centro de la ciudad. En general estos estaban rodeados por cuzcos rengos que habían crecido a la intemperie, y por una serie de pertenencias adoptivas que le daban a la escena el aire de un campamento futurista: ollas abolladas, calentadores, colchonetas, retazos de nylon y mantas, varas de hierro, botellas, cajones de frutas y alguna muleta que asomaba de un changuito como un escopeta oxidada.
El pequeño cuerpo estaba solo y entorno no se veían más que maniquíes posando en la vidriera oscura de un negocio abandonado. Él improvisó un primer reconocimiento y se inclinó hacia el cuerpo. Le llegó el olor agrio de una bebida destilada. Ese alcohol olía como en las mujeres huele y duele el exceso: dulce azahar de aguas estancadas en un florero. Volvió el cuerpo y lo sintió tan liviano que por un momento temió que fuera una niña dopada por algún sátiro de la noche. Enseguida identificó las facciones de una mujer joven. Llevaba rapada las sienes, un piercieng en cada ceja y otro en el labio inferior, pantalones chupín gastados, un par de borceguíes y una musculosa maltrecha que dejaba a la vista brazos tatuados por una serpiente de tres cabezas y por la leyenda China white adiction.
Él se detuvo asombrado por su hallazgo. Tenía ante sí un objeto anacrónico, un tramo extinguido de la realidad. Se figuró que la chica podía haber estado ahí durante décadas, esperándolo como un tesoro oculto en el centro de Buenos Aires. Le palpó el cuello y verificó que respiraba. Intentó incorporarla y en ese momento, cuando la liviandad del cuerpo intuido cobraba el peso de un cuerpo destruido, descubrió en su espalda una mochila. Miró hacia los costados, como si temiera testigos, y sintió que su altruismo autorizaba un rapto de curiosidad. Quería conocer el contenido de la mochila. La retiró con cuidado y revisó el interior. Encontró dos petacas de gin, una llena y otra vacía; a la primera la incautó y a la segunda la descartó. Luego una billetera con la magra suma de diez pesos, un manojo de llaves, un walkman, una tarjeta de débito y una cédula de identidad que mostraba el medio perfil de una pálida muchacha de rasgos orientales, pelo largo y mirada triste. Mecánicamente, besó la foto y sonrió ante ese pasado sometido en una imagen policial.
Se volvió hacia ella, la levantó, le colocó la mochila, y tomándola de las axilas la arrastró hacia la calle. No se mantenía en pie y los borceguíes rozaban la vereda como las aletas de un pez enorme. Miró la noche. Entre edificaciones, baches de sombra, tramas de cables sueltos y una iluminación deficiente, vio acercarse un taxi. Ella entreabrió los ojos y al notar que un auto se detenía susurró "New York". Él la recostó atrás, se sentó en el lugar del acompañante y le dictó al taxista la dirección que había visto en la cédula. Estimó que los diez pesos alcanzarían hasta el bajo Flores. Con la petaca de gin, pensó, quedaban cubiertas las molestias ocasionadas.
Perfil, Suplemento Cultura, 23/04
viernes, abril 21, 2006
Inventario 1 sobre Promesas. Arieles y Arias sin Aira
Un futuro imprevisible, por Hernán Arias.
Sin título, por Ariel Madrazo.
Bonus track:
Mapa de un futuro confuso, por Elvio Gandolfo.
miércoles, abril 19, 2006
Rituales (work in progress)
lunes, abril 17, 2006
Rápida arbitrariedad
jueves, abril 13, 2006
Dos poemas de Roberto Cignoni *
te alces ahora con el ojo
birlado al ciego. Quizá
ante él, hecho de nunca
el día se sepa una
palabra. ¿Comprendes?
aún , sobre fondo de estrella
nos ase lo oscuro por los cuatro
nortes de verdades. Yo
oculto en ti
para que también un hoy nos descubra
junto a la primer amígdala
estibadora de silencio.
*
Un
coriáceo pensamiento:
también aquí, ninguna
punta de estrella
graba el resplandor de los desmigajados
ideogramas.
Plan de escuchar:
el luto enmentado por la artesa de sílabas
el lugar
sin rezo como nosotros, el cínico
cómo
para el ano de la rosa.
Demencialmente
se retuerce la misa de raíces, disfónico
el significado trabaja
la toda desesperación.
* ceros de la lengua, Tsé Tsé, Buenos Aires, 2001
lunes, abril 10, 2006
domingo, abril 09, 2006
Discos Recibidos
Esta es la tira del segundo disco de Ulises Conti, Pacífico. Varias cosas, por lo menos cuatro confesables, se le pueden envidiar a Ulises: el ilimitado genio musical, la monada, el bombín y el escarabajo a prueba de incendios. Iluminaciones, en el 2003, fue su disco debut, y en Argentina es único en su género. Está repleto de una tersa experimentación electrocústica: un ensamble orgánico transita la huella de Ligeti y Kagel, flirteando con algunas corrientes reflexivas del jazz -Dave Douglas, John Surman-, con el minimalismo de LaMonte Young y con la furia cageana de David Tudor y John Cale. Aunque buscar el plano de influencias es tedioso y en general erróneo. Mejor decir: Conti inventa a Conti. De cero. Como sucede con los grandes músicos. Hacen algo completamente personal con sonidos que ya están en el mundo y pesan como esos objetos gastados y expatriados que en las ferias conducen, o a un cuerpo pasado, o a un futuro aleatorio.
martes, abril 04, 2006
Inauguración Escuela Alógena 006
EVENTO DE INAUGURACIÓN DE LA FASE 006:
este viernes
7 de Abril a las 19:30hs en Bonpland 1183 (a 120m. de Av.Córdoba)
Estación alógena
presentación del
Laboratorio Sintético Deleuziano
a cargo de sus primeros laboratoristas
+
performance debut de Senso Fan:
Ulises Conti - Gaby Vex - Elina Khar
Román Antopolsky - Lucio Arrillaga - Julio Azcoaga - Juan Salzano
+
lectura de
Oliverio Coelho
presentando su última novela editada por Norma
"Promesas naturales"
+
Proyección continuada del
Magick Lantern Cycle
de Kenneth Anger
(gentileza de la Librería Índice Mármol)
+
diyei rey
para recibir con timbres a los visitantes
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hasta la pista ...
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¦¦ ea ¦¦
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La felicidad es un derivado del funcionamiento. La estación espacial alógena ofrecerá a todos los participantes la oportunidad de funcionar.
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> 0 <
jueves, marzo 30, 2006
Hitos
sábado, marzo 25, 2006
Acá, la página del fotógrafo italiano Valerio Bispuri que recientemente estuvo de paso por Argentina, documentando la vida en las cárceles, como parte de un trabajo que abarca fotoreportajes en cárceles de varios países de Latinoamérica.
martes, marzo 21, 2006
Improvisando...
sábado, marzo 18, 2006
Orán... Argelia
viernes, marzo 17, 2006
Dos novelas imprescindibles
La primera, quizás su obra maestra, funda un cosmos plagado de citas y diálogos. Gracias a improvisaciones y a variaciones sobre un mismo tema, apelando a un allegro furioso que en la música afrocubana o en la poesía de Nicolás Guillén son marcos para retratos sociales o evocaciones, las voces de tres amigos -el escritor Silvestre, Arsenio Cué, Codac- se alternan en una narración que pronto encuentra un cauce experimental originalísimo. Lo que al principio parece aliteración fonética y novela sin método luego se revela como un juego sensual de lenguas grabadas en la atmósfera habanera de la época. Corroídos por las punciones noche o por el talento -la inolvidable cantante de Ella cantaba boleros, por ejemplo, que protagoniza una de los capítulos centrales de la novela-, los personajes y las divas -en la literatura de Cabrera Infante toda mujer esconde una estrella en bancarrota- brillan bajo el peso de un mito tropical y urbano, cinematográfico y musical a la vez. Todos transitan la larga noche habanera, y celebran la amistad en memorables conversaciones que apuntalan el rumbo sinuoso de la novela.
La Habana para un infante difunto presenta un desarrollo reflexivo, moroso e intimista. Está repleta de aventuras eróticas juveniles, de mujeres que son retratos vivos y hombres que son máquinas de prologar e incorporar la feminidad. Cada frase imbrica un laberinto retórico que recuerda algunas construcciones barrocas de Lezama Lima, pero mucho menos hermética que la prosa de éste, la de Cabrera acá es una evocación cargada de matices autobiográficos. La novela puede leerse como un testamento nostálgico acerca de los ritos de iniciación. Las historias se superponen ahí donde Cabrera Infante celebra un erotismo que parece un resto ornamental de la memoria, de la ciudad como campo magnético de las pasiones y, en última instancia, de un modo de vida perdido. Hollywood como superficie plana y La Habana como topografía evolucionando en la naturaleza aislada de los deseos son, en resumidas cuentas, las coordenadas tangibles de la novela.
* Perfil, Suplemento Cultura 19-02
domingo, marzo 12, 2006
sábado, marzo 11, 2006
lunes, marzo 06, 2006
Malentendidos
La presentación de Promesas naturales es el próximo miércoles . Así de simple. La próxima, si la hay, sin duda será un jueves.
viernes, febrero 24, 2006
martes, febrero 21, 2006
Reinventar la soledad
Diálogos, Gilles Deleuze-Claire Parnet, pgs. 32-33, Pretextos, Valencia, 2004.
lunes, febrero 20, 2006
La peste
sábado, febrero 11, 2006
Puro Millhauser
martes, febrero 07, 2006
viernes, febrero 03, 2006
miércoles, enero 25, 2006
Preparativos
El sol se desplazaba sobre ellos, arrojando por toda la estancia sombras de la ventana y de las nubes inquietas. Los amantes no notaron cómo avanzaba el día."
Así termina este prometedor capítulo de La estación de la calle Perdido, traducido y publicado por La factoría de ideas años atrás. China Miéville es un joven y celebrado autor británico (1972), se dedica a la ciencia ficción urbana y en sus mejores momentos, como le sucede involuntariamente a casi todos los escritores de fantasy, reelabora algunas atmósferas ballardianas, pero con una impronta poética decadente, plagada de distorsionadas visiones cinematográficas. Su libro El azogue será editado en unos meses en la colección Línea C... Esperamos...
lunes, enero 23, 2006
Voces contemporáneas: Stina Nordenstam
The morning belongs to the night
The morning belongs to the night
Until it comes with a light
Until it's born with a spark
Until it outgrows the dark
And there it hangs for a moment
A breath of hope for a moment
Stands on its own for a moment
Free from the past for a moment
The morning belongs to the day
Already here with the grey
Already spilling with need
Already flooding with speed
With its voices and faces, neverending
With its hard spoken phrases, neverending
But its promise of outlasting light
Is just converted black in the sky
Is just converted black in the sky
With its falling and waking, neverending
With its holding and breaking, neverending
Soft the darkness reflecting your eyes
But the black is just converted light
Sharon & Hope
Sometimes it's all around you
Sometimes that love surrounds you
And even God it's with you, tasting of salt
He learned about love the hard way
She learned that nothing would stay
They knew all about love and nothing
Sharon and Hope
She says I'd like to kiss you
He says you'd better not
He's on the brink of loving
She's on the brink of falling
Maybe a month in Spain could do it for you
Or a fridge of cocaine could do it
Those are not ways to do it
For Sharon and Hope
Now that I met you nothing's the same
It's not gonna be it ever again
If you stay or walk away
If I'm off or if I'm brave
Sometimes it's all around you
Sometimes that love surrounds you
We have it if we want to
Me Sharon, you Hope
Welcome To Happiness
Welcome to happiness
No smoking allowed
Here it's so easy to burn yourself
And equally hard to survive
Taste the sweat on your upper lip
Welcome to hunger and thirst
Welcome to happiness
It may appear shocking at first
Be ready to go
You'll never know when
You'll never know why
Welcome to longing
To wanting to taste and to touch
Mind the gap, here's depending
Here is wanting too much
Be ready to go
You'll never know when
You'll never know why
Take off anytime
* Stina Nordenstam nació en Estocolmo, en 1969. Es una cantante y compositora imposible de encuadrar en alguna corriente o estilo. Grabó los siguientes discos, todos muy recomendables: "Memories Of A Colour" (91), "And She Closed Her Eyes" (93), "Dynamite" (97), "People Are Strange" (98), "This Is Stina" (2001), y "The world is saved" (2004).
miércoles, enero 18, 2006
Decisión dividida
Harto de que llamen, escuchen su "hola, hola" y corten, G. planea cuatro alternativas para solucionar ese pequeño flagelo que destiñe su rutina: instalar un identificador de llamadas, trozar el cable del teléfono, incendiar su propia casa con el teléfono adentro, irse de viaje a África y volver con otra voz. Probablemente, a la larga, se de cuenta de que sólo la última opción le deparará el destino colmado de otro hombre.
(Imagen: Horst Antes, sin título 1)
martes, enero 17, 2006
Santuario
A esta altura de su vida, a dos años de los treinta, la natación se le presenta como la redención física ideal. Dos veces por semana camina hacia la pileta con la sensación de que se dirige hacia una parroquia. El empleado del vestuario, con un humor muy argentino, lo alienta "vamos tiburón" sin sospechar que tiene enfrente a un perfeccionista del crawl.
Poco después, él se reclina en un altar de aguas que son siempre simetrías del futuro, olvida, y nadar se transforma en una venia milagrosa del sueño.
lunes, enero 16, 2006
V
miércoles, enero 11, 2006
Correspondencia visual
"Olv, no supe cómo dejarte la foto en el comment, pero al día siguiente caminando por la calle en Estocolmo vi un consultorio de un oculista y saque una foto que salió tan loca que me dio gracia....
¿por qué la fascinación?. Ver supone la distancia, la decisión que separa, el poder de no estar en contacto y de evitar la confusión en el contacto. Ver significa, sin embargo, que esa separación se convirtió en encuentro. Pero ¿qué ocurre cuando lo que se ve, aunque sea a distancia , parece tocarnos por un contacto asombroso, cuando la manera de ver es una especie de toque, cuando ver es un contacto a distancia, cuando lo que es visto se impone a la mirada, como si la mirada estuviese tomada, tocada, puesta en contacto con la apariencia?
martes, enero 10, 2006
Vidas imaginarias
La estupenda y democrática idea fue de Omar Genovese. Gracias a ello, a partir de ahora todos imaginaremos haber escrito más libros de los que escribimos: toda una vuelta de tuerca al lema "publicar y luego escribir". Mímesis ya está en marcha y se ha transformado en el sello editorial más prolífico de la época. Hasta el momento siete títulos, con orginales diseños de tapa.
lunes, enero 09, 2006
Segundos afuera
(Pintura: José Clemente Orozco, sin título)
jueves, enero 05, 2006
Ver de lejos
Naturalmente, elegí en la cartilla de la obra social el ocul(t)ista que me quedaba más cerca. Don Antonio resultó ser un ocul(t)ista de barrio. Cuando llegué al edificio, ni siquiera necesité tocar el timbre. La puerta de calle estaba abierta. Avancé por un pasillo, subí un piso, donde otra puerta abierta y un nombre punteado en una placa de bronce señalaban la presencia del consultorio. Caminé por un pasillo desteñido por esa luz apergaminada que afinan ciertos cerramientos de chapa de otro tiempo. Me pareció que transitaba una casa abandonada. En una sala de espera había enormes sillones forrados en un cuarteado cuero negro, algunas revistas, una lámpara con la pantalla torcida, y cantidad de diplomas enmarcados. La poca luz provenía de una araña en el techo. Contra un fondo de paredes enchapadas, dos señoras de ruleros conversaban como si estuvieran en un patio.
- ¿Es acá el oculista? -pregunté.
- Sí, siéntese, buen mozo...
Hice que caso omiso. Me sorprendió que no hubiera un secretaria/o que me tomara los datos y corroborara mi identidad. Supuse que el médico mismo cumplía una doble función. Miré hacia un costado y noté que el ambiente estaba dividido por un panel de madera. Poco más que un biombo. Llegaban murmullos desde el otro lado. Una mujer, que por el grano de la voz debía ser igual que mis dos contertulias, se quejaba de que le salían verrugas en todo el cuerpo, a veces "con forma de serpiente". Don Antonio en cuestión intentaba consolarla y le decía que extirpar verrugas de los párpados no ponía en riesgo los ojos y que se quedara tranquila. Así estuvieron un rato, lidiando sobre los riesgos; la señora aprovechaba cualquier pausa del doctor para desplegar una taxonomía fantástica entorno a las verrugas que la invadían. En el medio, un muchacho, que seguro era el nieto del oculista, me preguntó si estaba esperando, corroboró mi nombre, y me guió hacia la oficina, un cuartucho que quedaba en la otra punta de la casa y que yo había visto al entrar y había considerado, por la luz de tubo y las paredes verde agua, un cuarto de herramientas. El chico estaba visiblemente boleado. "¿Primera vez?". Asentí y él tomó una planilla en la que inscribió mi nombre y me hizo firmar.
De vuelta a la sala de espera, presencié la salida de la señora de las verrugas. Saludó efusivamente a las dos damas que hacían tiempo en lo del oculista así como otras vecinas lo hacen en un almacén o en la peluquería.
- ¡Oliveiro, qué espera, adelante! -pronunció Don Antonio abriendo una inverosímil puertita del panel de madera y agitando un brazo.
Me levanté. Preferí no corregir mi nombre. Los médicos siempre humillan alterando una letra orgánica en el paciente. Poco después, un hombre sencillo y en delantal, alguien que no presentaba en la apariencia las marcas perversas que dejan ciertas prácticas médicas, me sometió a una serie de pruebas en dos sofisticados aparatos que contrastaban con la atmósfera anacrónica del lugar. Sacó conclusiones rápidas y felices, y cuando yo le di a inspeccionar los lentes que años atrás me habían recetado para ir al cine y manejar, rumió:
- Oliveiro, mis anteojos van a ser mejores que estos que usted tiene. Necesita un poco más de aumento.
- ¿Pero qué tengo, doctor?
- Ah, no sabe qué tiene... ¿Y estos anteojos? Seguro que cuando se los recetaron no le dijeron lo qué tenía, así son los médicos -y celoso sentenció-: unos zorros... No le dicen para que usted vuelva a los dos meses.
- Puede ser... En realidad creo que me acuerdo... Astigmatismo.
- ¡Muy bien! -dio un saltito en el lugar-... Un poco de astigmatismo y otro poco de miopía. Una de cal y una de arena. No es nada.
- Entonces por fin voy a usar lentes fijos... para ver de lejos, digo... Me pasan cosas raras en la calle por no ver.
- Nada de eso querido, no los necesita, no... El aumento es común. En la calle arrégleselas sin lentes.
Me hizo probar un armazón al que sumó dos lentes. Miré por la ventana. La realidad era otra, en efecto, demasiado geométrica; pensé que quizás me conviniera permanecer en mi accidentado mundo de tinieblas.
- ¿Qué tal? Ve... No cambia mucho... Úselos para ver tele, para manejar, para la computadora.
- Pero entonces voy a seguir sin ver el número de los colectivos, el nombre y las alturas de las calles, los pozos en la vereda.
- Y pregunte, querido Oliveiro, qué problema hay, pregunte... Que nombre extraño que tiene... Bueno, vaya, no se preocupe, si un almita le gusta la va a ver de lejos, con o sin anteojos -y me extendió unos recetas garabateados con fórmulas incomprensibles.
lunes, enero 02, 2006
IV
(Los trabajos prácticos)