jueves, abril 27, 2006

Freaks

Considero que esta noticia, en un blog que desde hace rato se desentendió de la actualidad, es una primicia literaria; creo que desde hace años no me ilusionaba con una novedad tan bizarra, circense, digamos... (gracias Lucho)

(Infobae)

lunes, abril 24, 2006

Destilada

Volvía por la calle Perón cuando de pronto distinguió un bulto tendido en el umbral de un negocio. Era pequeño y negro, y no se asemejaba a los cuerpos de linyeras que poblaban de noche el centro de la ciudad. En general estos estaban rodeados por cuzcos rengos que habían crecido a la intemperie, y por una serie de pertenencias adoptivas que le daban a la escena el aire de un campamento futurista: ollas abolladas, calentadores, colchonetas, retazos de nylon y mantas, varas de hierro, botellas, cajones de frutas y alguna muleta que asomaba de un changuito como un escopeta oxidada.

El pequeño cuerpo estaba solo y entorno no se veían más que maniquíes posando en la vidriera oscura de un negocio abandonado. Él improvisó un primer reconocimiento y se inclinó hacia el cuerpo. Le llegó el olor agrio de una bebida destilada. Ese alcohol olía como en las mujeres huele y duele el exceso: dulce azahar de aguas estancadas en un florero. Volvió el cuerpo y lo sintió tan liviano que por un momento temió que fuera una niña dopada por algún sátiro de la noche. Enseguida identificó las facciones de una mujer joven. Llevaba rapada las sienes, un piercieng en cada ceja y otro en el labio inferior, pantalones chupín gastados, un par de borceguíes y una musculosa maltrecha que dejaba a la vista brazos tatuados por una serpiente de tres cabezas y por la leyenda China white adiction.

Él se detuvo asombrado por su hallazgo. Tenía ante sí un objeto anacrónico, un tramo extinguido de la realidad. Se figuró que la chica podía haber estado ahí durante décadas, esperándolo como un tesoro oculto en el centro de Buenos Aires. Le palpó el cuello y verificó que respiraba. Intentó incorporarla y en ese momento, cuando la liviandad del cuerpo intuido cobraba el peso de un cuerpo destruido, descubrió en su espalda una mochila. Miró hacia los costados, como si temiera testigos, y sintió que su altruismo autorizaba un rapto de curiosidad. Quería conocer el contenido de la mochila. La retiró con cuidado y revisó el interior. Encontró dos petacas de gin, una llena y otra vacía; a la primera la incautó y a la segunda la descartó. Luego una billetera con la magra suma de diez pesos, un manojo de llaves, un walkman, una tarjeta de débito y una cédula de identidad que mostraba el medio perfil de una pálida muchacha de rasgos orientales, pelo largo y mirada triste. Mecánicamente, besó la foto y sonrió ante ese pasado sometido en una imagen policial.

Se volvió hacia ella, la levantó, le colocó la mochila, y tomándola de las axilas la arrastró hacia la calle. No se mantenía en pie y los borceguíes rozaban la vereda como las aletas de un pez enorme. Miró la noche. Entre edificaciones, baches de sombra, tramas de cables sueltos y una iluminación deficiente, vio acercarse un taxi. Ella entreabrió los ojos y al notar que un auto se detenía susurró "New York". Él la recostó atrás, se sentó en el lugar del acompañante y le dictó al taxista la dirección que había visto en la cédula. Estimó que los diez pesos alcanzarían hasta el bajo Flores. Con la petaca de gin, pensó, quedaban cubiertas las molestias ocasionadas.


Perfil, Suplemento Cultura, 23/04

miércoles, abril 19, 2006

Rituales (work in progress)

Otra amiga, mucho tiempo atrás, la había llamado para referirle desesperada su última aventura con dos ancianos ricos. Al mediodía, en un McDonalds, la habían abordado con los mejores modales para proponerle un trato que no tenía de sospechoso más que la invitación a una extraña velada en una quinta. Previo adelanto de una buena suma, ella había cumplido paso a paso con la indicación de los viejitos. A las nueve de la noche estuvo en la esquina indicada de Puerto Madero y un Mercedes negro descapotable, a las nueve y cinco, pasó a buscarla. Manejaba un joven flaco y reservado, de lentes negros, camisa azul y traje al tono. Cada tanto volteaba la cabeza para mirarle las piernas, y se acomodaba el pelo como si frotara la visión de esos muslos con la fuerza de sus pensamientos. Tal como había convenido con los ancianos, ella llevaba medias de seda negra y una minifalda de cuero. Tomaron una autopista y cuando se acercaban al Tigre el conductor le tendió una venda y le ordenó cubrirse los ojos. Ella escuchó el motor desacelerándose, una gama porosa de pistoneos, las musculosas llantas abriendo el camino de tierra. Cuando el chofer le quito la venda, habían entrado a una quinta con parque, y ella divisó el cerco de acacias que señalaba el perímetro de la propiedad. La luna estaba alta y llena y a primera vista se veía, contra la masa negra y empinada que era la casa con sus falsos torreones de madera, una piscina y un grupo de sillas de plástico alrededor. Se acercó y casi a la par los ancianos se identificaron en la oscuridad. Aprobaron su presencia moviendo la cabeza, y el joven que había conducido el Mercedes, hasta entonces quieto en una zona imperceptible, se adelantó y le dijo a la invitada: "la misa empieza". Los dos huéspedes se sentaron en sillas separadas y encendieron un habano mientras ella se desvestía, y luego, en portaligas y medias de seda negra, caminaba por el trampolín y preparaba el salto que iniciaría el ritual. A la señal de uno de los ancianos, ella se zambulló y nadó largo tras largo. Las nalgas desnudas y erizadas sobresalían como camalotes. Cuando ante una indicación de sus huéspedes viraba hacia el estilo espalda, las mechas del pubis serpenteaban como microscópicas algas, y las tetas, desfasadas en la transparencia del agua, temblaban como aletas dorsales. Al nadar pecho asomaba rítmicamente la cabeza y percibía afuera el arrullo de un placer ahogado. No llegaba a detectar dónde dirigían la mirada los viejitos ni que hacían con sus manos, pero intuía que hablaban de ella y a su modo la gozaban. Además de sobar habanos tomaban whisky. Le pagarían por cada largo que excediera el trato. Habían convenido un mínimo de cien. Nadó hasta el amanecer. Las medias y las ligas se desflecaron con las horas. Fue retirada exhausta de la pileta por el chofer. Los viejitos le extendieron una suma equivalente al triple de lo convenido, y después de dar las indicaciones pertinentes, se dirigieron tambaleando, con dos sagradas botellas de malta pura en cada mano, hacia el interior de la mansión. La muchacha fue devuelta a su casa, y al despertar al día siguiente comprobó que salvo uno, todos los billetes eran falsos.

lunes, abril 17, 2006

Rápida arbitrariedad

Como en otras ediciones, lo que no hay que dejar de ver en este BAFICI proviene de dos cineastas de Europa del este. Puntos altos y saturados de arte: la creatividad del visionario checo Jan Svankmajer y el rigor del lituano Sharunas Bartas.

jueves, abril 13, 2006

Dos poemas de Roberto Cignoni *

Quizá, ni un horizonte por vencer
te alces ahora con el ojo
birlado al ciego. Quizá


ante él, hecho de nunca
el día se sepa una
palabra. ¿Comprendes?
aún , sobre fondo de estrella
nos ase lo oscuro por los cuatro
nortes de verdades. Yo


oculto en ti
para que también un hoy nos descubra
junto a la primer amígdala
estibadora de silencio.

*


Un
coriáceo pensamiento:
también aquí, ninguna
punta de estrella
graba el resplandor de los desmigajados
ideogramas.


Plan de escuchar:
el luto enmentado por la artesa de sílabas
el lugar
sin rezo como nosotros, el cínico
cómo
para el ano de la rosa.


Demencialmente
se retuerce la misa de raíces, disfónico
el significado trabaja
la toda desesperación.



* ceros de la lengua, Tsé Tsé, Buenos Aires, 2001

domingo, abril 09, 2006

Discos Recibidos


Esta es la tira del segundo disco de Ulises Conti, Pacífico. Varias cosas, por lo menos cuatro confesables, se le pueden envidiar a Ulises: el ilimitado genio musical, la monada, el bombín y el escarabajo a prueba de incendios. Iluminaciones, en el 2003, fue su disco debut, y en Argentina es único en su género. Está repleto de una tersa experimentación electrocústica: un ensamble orgánico transita la huella de Ligeti y Kagel, flirteando con algunas corrientes reflexivas del jazz -Dave Douglas, John Surman-, con el minimalismo de LaMonte Young y con la furia cageana de David Tudor y John Cale. Aunque buscar el plano de influencias es tedioso y en general erróneo. Mejor decir: Conti inventa a Conti. De cero. Como sucede con los grandes músicos. Hacen algo completamente personal con sonidos que ya están en el mundo y pesan como esos objetos gastados y expatriados que en las ferias conducen, o a un cuerpo pasado, o a un futuro aleatorio.

martes, abril 04, 2006

Inauguración Escuela Alógena 006

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EVENTO DE INAUGURACIÓN DE LA FASE 006:

este viernes
7 de Abril a las 19:30hs en Bonpland 1183 (a 120m. de Av.Córdoba)
Estación alógena


presentación del
Laboratorio Sintético Deleuziano
a cargo de sus primeros laboratoristas

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performance debut de Senso Fan:

Ulises Conti - Gaby Vex - Elina Khar
Román Antopolsky - Lucio Arrillaga - Julio Azcoaga - Juan Salzano

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lectura de
Oliverio Coelho
presentando su última novela editada por Norma
"Promesas naturales"

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Proyección continuada del
Magick Lantern Cycle
de Kenneth Anger
(gentileza de la Librería Índice Mármol)

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diyei rey
para recibir con timbres a los visitantes
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hasta la pista ...
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La felicidad es un derivado del funcionamiento. La estación espacial alógena ofrecerá a todos los participantes la oportunidad de funcionar.

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