El caso Piglia en efecto ya tiene formato de telenovela. El hijo bastardo exige ser reconocido y el padre, gaga, invoca a una hueste notarial. Naturalmente, resta saber quién ha quedado embarazado. Y de quién. En todo este escandalete el Papa tiene un papel vital. Ha viajado a Argentina a hurtadillas y ha dejado en el Vaticano a un muñecote/marioneta que en Pascua se asoma y mueve los bracitos de algodón y papel maché para bendecir. Tras ser asesorado por Mr. Brauer (que le aconsejó no oponerse a la vía recta y lo alojó en su demencial monoambiente mientras ultimaban detalles de la estrategia y miraban viejos videos de Cha-cha-cha), Wojtyla se reunió con las partes damnificadas en un bar de Constitución. Nielsen, acompañado por Fogwill, desplegó el papelerío para acreditar su condición de hijo legítimo, y vio atónito cómo el Papa mezclaba Seven-Up con cerveza Palermo y ensayaba en el aire el gesto "viejita". Fogwill., como buen observador, además de catalogar el culo de las mozas y de los travestis obesos que se paseaban del otro lado del vidrio, notó que el Papa llevaba debajo de la sotana zapatillas imitación Topper. Empezó a intuir algo extraño... El Papa no era el Papa deseado, y Piglia no llegaba a la escena de conciliación obligatoria aconsejada por la Santa Sede.
Lo que hasta el momento parece una llana telenovela toma visos de super acción. De un Ford Sierra azul, dos encapuchados, Guillermo Piro y el responsable de este blog, bajan y se dirigen directo a la mesa de Wojtyla. Raptarlo es cuestión de segundos. El único que atina a oponer resistencia es Nielsen, que pide paciencia y un cuarto intermedio para que el padre bastardo llegue y estampe una humilde firma en su partida de nacimiento.
Ya en el Ford Sierra, notamos que el Papa está borracho y no podemos presentarlo así ante el ojo del Gobierno Nacional. Nos detemos en el sauna A Full, entramos, y preparamos a Wojtyla para un baño turco. Cuando lo desnudamos, descubrimos que con las Topper no usa medias, que en el pecho lleva el tatuaje de la lengua Stone, y que, por efecto de una mala tradición entre los Sumos Pontífeces -usar calzoncillos de lana- tiene ladillas. Después de manguerealo un rato, lo metemos en el baño turco, lo sacamos a la hora escuálido y hecho una pinturita, lo vestimos, salimos, lo escondemos en el baul del Ford Sierra previendo alguna operación de contra espionaje de la Side, y arrancamos directo ¡hacia la Casa rosada! (continuará)