Trato
de imaginar los supermercados de la Cuba futura. La isla es el montaje perfecto
para proyecciones de una retro ciencia ficción por nacer. Distintas variantes
vernáculas del capitalismo ya minaron ese comunismo descabezado. Tal vez en
pocos años asistamos a una especie de déjà vu y Cuba, con el aluvión de
norteamericanos sedientos de caribe y color local, vuelva a ser, como la
República Checa o Hungría en los noventa, un destino turístico donde
contradicciones pasadas sean reemplazadas y reactualizadas por tensiones e
injusticias del presente –seguramente en La Habana aparezcan homeless, niños
desnutridos en vez de mal alimentados, prostíbulos acondicionados y table
dances estilo Las vegas en vez de jineteras, dealers en vez de traficantes kafkianos
de habanos y ron-. Es menos difícil de pensar el pasaje a un pathos capitalista
–que ya se dio transitoriamente en la cabeza de una población obligada al
invento continuo para subsistir- que la reconstrucción del país y el endeudamiento
que esto implicaría. Después de años de castrismo y escasez, ciudades como La
Habana son zonas bombardeadas, zonas tomadas y fantasmales. Devolverles una
infraestructura, así como crear un nuevo tipo de empleo y hábito, exige una
reconstrucción del tejido social equivalente a la que se lleva a cabo en las ciudades
de posguerra.
Si
Cuba fue y es un extraño epicentro de la cultura del siglo XX y emanó un
imaginario en su primera mitad a través de los casinos, la bohemia, la cultura
libresca y los cabarets, y en la segunda mitad proyectó otro imaginario
diferente vinculado al aura romántica de la revolución y al semblante internacionalizado
del Che Guevara, en el siglo XXI tal vez se transforme en el prototipo de un nuevo
país, con un costado trash, un costado exótico y mucho talento.
En
una visita reciente a La Habana recuerdo que frente a Casa de las Américas, en
un parque, como cierre a un encuentro de escritores, varios DJ´s pasaron música
electrónica. En cuestión de una hora, el lugar se llenó de miles de jóvenes
–naturalmente convocados por la Rave, no por la literatura-, que en celulares no
inteligentes se reenviaban el dato. No había éxtasis, pero sí botellas de ron
que pasaban de mano en mano, y mucha alegría: un territorio de libertad total. Creo
que nunca vi tantas tribus urbanas distintas reunidas en el mismo lugar, con
peinados y diseños de ropa estrafalarios inventados a partir de los cortes de
ropa estándares que se consiguen en la isla. Las tribus parecían contemporáneas
al ciber punk o extraídas de un universo lisérgico de Philiph Dick.
La
Habana tiene una cualidad anacrónica. Un punto en el que el atraso y el
aislamiento coinciden con los restos de una sociedad futura. Varias décadas
aparecen estéticamente superpuestas, pero nada es contemporáneo. De alguna
manera, hay algo incidentalmente museístico. Por la topología misma de esa
ciudad y la prospección de sus habitantes, abundan escritores y lectores de
ciencia ficción. Tal vez Cuba sea el único país en el que la ficción
especulativa está en un auge, con Jorge Enrique Lage a la cabeza. Todo queda
por imaginarse. Incluso los que llegan parecen traer noticias del más allá, un inminente
futuro que puede homogeinezar o marcar el destino de una excepción cuando un
país se abre después de un largo encierro.
* Publicado en Suplemento Cultura Perfil el 28 de diciembre de 2014.