sábado, enero 03, 2015

Montaje de la nueva Cuba *


Trato de imaginar los supermercados de la Cuba futura. La isla es el montaje perfecto para proyecciones de una retro ciencia ficción por nacer. Distintas variantes vernáculas del capitalismo ya minaron ese comunismo descabezado. Tal vez en pocos años asistamos a una especie de déjà vu y Cuba, con el aluvión de norteamericanos sedientos de caribe y color local, vuelva a ser, como la República Checa o Hungría en los noventa, un destino turístico donde contradicciones pasadas sean reemplazadas y reactualizadas por tensiones e injusticias del presente –seguramente en La Habana aparezcan homeless, niños desnutridos en vez de mal alimentados, prostíbulos acondicionados y table dances estilo Las vegas en vez de jineteras, dealers en vez de traficantes kafkianos de habanos y ron-. Es menos difícil de pensar el pasaje a un pathos capitalista –que ya se dio transitoriamente en la cabeza de una población obligada al invento continuo para subsistir- que la reconstrucción del país y el endeudamiento que esto implicaría. Después de años de castrismo y escasez, ciudades como La Habana son zonas bombardeadas, zonas tomadas y fantasmales. Devolverles una infraestructura, así como crear un nuevo tipo de empleo y hábito, exige una reconstrucción del tejido social equivalente a la que se lleva a cabo en las ciudades de posguerra.
Si Cuba fue y es un extraño epicentro de la cultura del siglo XX y emanó un imaginario en su primera mitad a través de los casinos, la bohemia, la cultura libresca y los cabarets, y en la segunda mitad proyectó otro imaginario diferente vinculado al aura romántica de la revolución y al semblante internacionalizado del Che Guevara, en el siglo XXI tal vez se transforme en el prototipo de un nuevo país, con un costado trash, un costado exótico y mucho talento.
En una visita reciente a La Habana recuerdo que frente a Casa de las Américas, en un parque, como cierre a un encuentro de escritores, varios DJ´s pasaron música electrónica. En cuestión de una hora, el lugar se llenó de miles de jóvenes –naturalmente convocados por la Rave, no por la literatura-, que en celulares no inteligentes se reenviaban el dato. No había éxtasis, pero sí botellas de ron que pasaban de mano en mano, y mucha alegría: un territorio de libertad total. Creo que nunca vi tantas tribus urbanas distintas reunidas en el mismo lugar, con peinados y diseños de ropa estrafalarios inventados a partir de los cortes de ropa estándares que se consiguen en la isla. Las tribus parecían contemporáneas al ciber punk o extraídas de un universo lisérgico de Philiph Dick.
La Habana tiene una cualidad anacrónica. Un punto en el que el atraso y el aislamiento coinciden con los restos de una sociedad futura. Varias décadas aparecen estéticamente superpuestas, pero nada es contemporáneo. De alguna manera, hay algo incidentalmente museístico. Por la topología misma de esa ciudad y la prospección de sus habitantes, abundan escritores y lectores de ciencia ficción. Tal vez Cuba sea el único país en el que la ficción especulativa está en un auge, con Jorge Enrique Lage a la cabeza. Todo queda por imaginarse. Incluso los que llegan parecen traer noticias del más allá, un inminente futuro que puede homogeinezar o marcar el destino de una excepción cuando un país se abre después de un largo encierro. 

* Publicado en Suplemento Cultura Perfil el 28 de diciembre de 2014. 

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