A comienzos de los ochenta, Juan Villoro irrumpía en el panorama literario mexicano con un libro de cuentos, La noche navegable, al que le siguieron, entre otros, Albercas y La casa pierde, un volumen de relatos que terminó por consagrarlo como uno de los maestros del género en Latinoamérica. Sus libros de crónicas, numerosos y unánimemente admirados, y una obra paralela –la novelística–, afincada en las problemáticas de la mirada, estilizan al extremo el discurso fronterizo del cronista hasta transformar a los personajes en testigos oblicuos, ocultos: héroes de la pasividad. (Sigue en Nación Apache.)
* Nota publicada en la revista Los Inrockuptibles, julio de 2007.