jueves, diciembre 09, 2010
martes, noviembre 16, 2010
Las comidas profundas y Corazón de Skitalietz
* Publicado en Inrockuptibles noviembre.
lunes, noviembre 15, 2010
lunes, octubre 18, 2010
Pólvora y chimangos 2
sábado, septiembre 25, 2010
lunes, septiembre 13, 2010
sábado, agosto 14, 2010
Por dentro todo está permitido
sábado, agosto 07, 2010
Erizos atrapados en cuerpos de buitre
Una pequeña editorial alternativa peruana Altazor publica en un país sin gran tradición editorial a siete novelistas latinoamericanos simultáneamente. Es una hazaña. Me pregunto si no es también un signo, entre otros, de un acercamiento y compenetración de nuestros imaginarios narrativos, pero esta vez desde abajo, por una literatura latinoamericana no tutelada por España. El no poder publicar en España, – que apadrina el éxito literario en nuestro continente- está generando una reacción creativa desde abajo. Formas nuevas de publicación, distribución y contactos que, sin complejos, no pasa necesariamente ahora por el espaldarazo indispensable de la península ibérica. (sigue acá...)
viernes, julio 30, 2010
martes, junio 29, 2010
Simetrías cicatrices
miércoles, junio 23, 2010
martes, junio 22, 2010
El mediador
jueves, junio 17, 2010
sábado, junio 12, 2010
viernes, junio 11, 2010
martes, junio 08, 2010
viernes, junio 04, 2010
martes, mayo 11, 2010
miércoles, abril 14, 2010
miércoles, abril 07, 2010
Historia del pelo
Podría decirse a esta altura que la prosa de Alan Pauls va duplicando su apuesta en cada libro. En serie con Historia del llanto, Historia del pelo calibra una prosa expansiva para reinventar el presente –después de Butor y Saer, creíamos que no quedaba nada por hacer con ese tiempo terminal–. El presente de Historia del pelo no es descriptivo ni testimonial, no compacta capas de narración sobre un único plano, ni ahoga objetos en un volumen insalubre de realismo mimético, sino que asocia y sutura escenas en el tiempo, les escurre una gama asombrosa de matices, y produce un tipo de narración inusual, donde distintas líneas anecdóticas confluyen y recomponen un tejido –la amistad– o una manía apolínea –el pelo–, sin ceder al imperativo de contar una historia cronológicamente. Lo que se historiza en Pauls es ese pathos instantáneo y frívolo, que parece reflejarse en un atributo excepcional: una cualidad que es puro síntoma.
El pelo, desde la década del setenta, cuando comienza a crecer el relato, hasta la actualidad, en que el relato se desmaleza, preocupa y atormenta al protagonista –él– como un órgano que podría enfermar y cada mes exige tratamiento especializado. Su crecimiento parece una evidencia insaciable de mortalidad. La década del setenta no amerge como una época historizable moralmente. Ni en Historia del llanto ni en Historia del pelo existe una época ilustrada y guionada, sino restos que se deslizan hacia un ahora: momentos y cuestiones políticas atravesadas y problematizadas en la memoria y en personajes –el peluquero todo poderoso Celso y su par, el “veterano de guerra” hijo de un célebre militante desaparecido– diseccionados en la narración como mariposas coleccionables. El pelo –o en su defecto una peluca–, igual que el llanto en la anterior entrega de esta trilogía, entonces parece una reserva de potencia, es decir, un foco de vulnerabilidad. Para “él”, el pelo funciona como una máquina de producir identidades en cada intersticio de la realidad: ahí es donde el narrador apuntala su memoria, donde la política empieza a hacer combustión, y donde en definitiva el cuerpo caleidoscópico de la novela gana por varias cabezas.
* Columana publicada en Inrockuptibles marzo.
miércoles, marzo 03, 2010
viernes, febrero 05, 2010
lunes, febrero 01, 2010
En torno al ocio.
A través del gotero del que caen los feriados se puede ver al trabajador frotándose las manos, mirando las marcas rojas en el calendario. La alternancia entre jornadas laborales y no laborales es tan desproporcionada, que pocos pueden escapar a la cruda ecuación entre el ocio y el trabajo: once meses y medio de actividad para tomarse medio mes de vacaciones, aproximadamente. Quien la sufra o quien aproveche de esta costumbre, ley o necesidad del mercado, es un convicto de la vieja fórmula capitalista “el tiempo es dinero”. La monetización del tiempo, convertida en frase por Benjamin Franklin, tuvo una repercusión crucial en el ámbito de la pereza. El ocio, la fiaca, la acidia, la holgazanería, tristeza, hastío, spleen y todas sus variantes se transformaron en actividades que atentaban contra la producción, y por lo tanto merecieron la pena máxima del asalariado. La prohibición secular de la fiaca se produjo como una confusa continuidad histórica de la prohibición y penalización de la pereza eclesiástica, también conocida como acidia, el cuarto pecado capital. (sigue en Radar libros)