Harto de que llamen, escuchen su "hola, hola" y corten, G. planea cuatro alternativas para solucionar ese pequeño flagelo que destiñe su rutina: instalar un identificador de llamadas, trozar el cable del teléfono, incendiar su propia casa con el teléfono adentro, irse de viaje a África y volver con otra voz. Probablemente, a la larga, se de cuenta de que sólo la última opción le deparará el destino colmado de otro hombre.
(Imagen: Horst Antes, sin título 1)
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