El viernes pasado, en un ciclo de la Lugones, ésta película del mexicano Emilio Fernández me dejó atónito. Primero por la fotografía y por el montaje eiseinsteniano, luego por la belleza del argumento y de la música -rumbas y congas prostibularias-, por las imágenes de una ciudad de México, nueva y gastada en el celuloide y atravesada por humeantes trenes que me recodarban a la Tokio de Yasujiro Ozu. Entonces averigué quién era Gabriel Figueroa, el responsable de la fotografía y el montaje. Quizás por él las películas del Indio Fernández estén a la altura de las norteamericanas de esa época, e incluso, para cualquier espectador latinoamericano, resulten más familiares en la articulación del drama sentimental.
martes, mayo 16, 2006
Víctimas del pecado
El viernes pasado, en un ciclo de la Lugones, ésta película del mexicano Emilio Fernández me dejó atónito. Primero por la fotografía y por el montaje eiseinsteniano, luego por la belleza del argumento y de la música -rumbas y congas prostibularias-, por las imágenes de una ciudad de México, nueva y gastada en el celuloide y atravesada por humeantes trenes que me recodarban a la Tokio de Yasujiro Ozu. Entonces averigué quién era Gabriel Figueroa, el responsable de la fotografía y el montaje. Quizás por él las películas del Indio Fernández estén a la altura de las norteamericanas de esa época, e incluso, para cualquier espectador latinoamericano, resulten más familiares en la articulación del drama sentimental.
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