martes, abril 26, 2005
tesoros de la mudanza
Al desembalar las cajas, me encuentro con libros que consideraba perdidos, libros que no recordaba, libros que regalaré pronto... En fin páginas inconmensurables que el contacto cotiadiano con una biblioteca fue fosilizando. Desenterrados los libros, reconfiguro el orden: se me ocurre que en mi distraido modo de conducirme en el mundo, pueden ser una cartografìa para, al menos, desalienar la ilusión de la memoria. Una tentación mínima pero halagadora. Quienes aman no son los hombres memoriosos si no los que ponen en el olvido una potencia, un espejismo concentrado. De cualquier manera pienso que todos, cada dos años -yo estuve cinco años sin husmear los estantes altos o en las hileras dobles-, debemos deshacer nuestras bibliotecas y reconfigurarlas: los criterios autoinclusivos son muchos -lengua, género, nacionalidad, etc...- y siempre habrá un modo de reinventar una nueva pasión para descifrar ese cuerpo privado que se espeja en una biblioteca.
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