lunes, mayo 16, 2005
Honor obliga
Cuando Mr Brauer me informó en un cálido mail que en la Ñ de este sábado (por el pasado) llegarían noticias frescas de Gustavo Garzón, empecé afilar mis cuchillitos. Hace tiempo me faltan ideas para el blog, y ésta era una ocasión imperdible para sumar un post coqueto entre mis alicaidas conejilladas. Para mi sorpresa, me encontré con una nota inteligible y además inteligente. Pensé entonces que desde su impresentable novela Noviembre, para cuya publicación Gustavo debió guitarrear más de la cuenta y pedalear como un negro en el taller de corte y confección del escolástico Pedro Abelardo, Garzón había experimentado una evolución notoria, y que era algo injusto no reconocerlo públicamente. La reciente nota, que no está disponible on line, nos muestra en toda su plenitud a un escritor que por fin, después de rondar tanto el tema de la inmadurez, se topa con la sombra de su propia madurez al abrir -o congelar- en la garganta del campo literario el problema cuasi nietzscheano de la mala conciencia.
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2 comentarios:
Oliverio,¿no estarás hablando de Gonzalo Garcés? Gustavo Garzón es un actor.
No me digas...
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