jueves, mayo 26, 2005

La pérdida

Ibarra no cuida la vida de nuestros más geniales escritores (ver la carta al final de los comments) ni la de sus familias.
Si bien Ibarra quiere consolar a los damnificados más jóvenes con el Fondo de Cultura BA, es lógico esperar indemnizaciones mayores, no de parte de dueños irresponsables por excelencia -no faltan los que ceban a la bestia y luego la abandonan cuando se van de vaciones a Mar del Plata (ver La experiencia de la vida de Leónidas Lamborghini)-, si no de parte de un gobierno inoperante que ha acercado al transeunte a la experiencia traumática del terror superificial y cotidiano. El daño es irreparable -Piglia dixit-. Ya no se puede caminar por Buenos Aires distraído, no se puede dormir en paz... Dentro del poco el perro del vecino se descolgará de una medianera, invadirá nuestro esparcimiento fornicatorio -descontamos que hacen lo propio con las mujeres de sus amos, si no ver el drama de Castellanos en Miles de años, de J.J. Becerra -, y nos desmnuzará como a muñecos de algodón para ocupar nuestro lugar en la escena.
¿Podrá Ibarra y su selección de inútiles reparar esta pérdida imperceptible de la libertad?

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