Ibarra no cuida la vida de nuestros más geniales escritores (ver la carta al final de los comments) ni la de sus familias.
Si bien Ibarra quiere consolar a los damnificados más jóvenes con el Fondo de Cultura BA, es lógico esperar indemnizaciones mayores, no de parte de dueños irresponsables por excelencia -no faltan los que ceban a la bestia y luego la abandonan cuando se van de vaciones a Mar del Plata (ver La experiencia de la vida de Leónidas Lamborghini)-, si no de parte de un gobierno inoperante que ha acercado al transeunte a la experiencia traumática del terror superificial y cotidiano. El daño es irreparable -Piglia dixit-. Ya no se puede caminar por Buenos Aires distraído, no se puede dormir en paz... Dentro del poco el perro del vecino se descolgará de una medianera, invadirá nuestro esparcimiento fornicatorio -descontamos que hacen lo propio con las mujeres de sus amos, si no ver el drama de Castellanos en Miles de años, de J.J. Becerra -, y nos desmnuzará como a muñecos de algodón para ocupar nuestro lugar en la escena.
¿Podrá Ibarra y su selección de inútiles reparar esta pérdida imperceptible de la libertad?
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