miércoles, febrero 10, 2016

Estado de gracia


A veces un recuerdo pasa a ser una pequeña anécdota, y una pequeña anécdota una o dos palabras desatadas por una noticia masticada y reproducida al infinito por los diarios: tres prófugos que huyen torpemente por pueblos del interior en vez de esconderse en un suburbio y desaparecer para siempre en el lento anonimato de la siesta.
La fijación del recuerdo en una o dos palabras fuertes como un rasgo, no está determinado por la edad o el tiempo, sino por la forma que va tomando la nostalgia.
No es raro pasar por Londres y no visitar Muswell Hill, un suburbio septentrional en el que prevalece todavía algo de la recatada arquitectura victoriana. Desde el punto más alto es posible obtener, como desde Montmartre en París, una vista del infinito urbano y sus plagas arquitectónicas.
Muswell Hill no figura en guías y es un lugar más en el que la inmigración y la clase media baja inglesa se mezclan y asientan a la espera de un lugar mejor en el mundo. No es ya una zona obrera prototípica y conflictiva.  Su belleza taciturna no es diferente a la de otros barrios más céntricos de la ciudad. Sin embargo, dos palabras transforman ese suburbio en un lugar encantado e inevitable: The Kinks.  Allí nacieron y se criaron los hermanos Ray y Dave Davies. Uno de sus mejores discos, Muswell Hillbillies, rinde homenaje a esa área. Ningún grupo, salvo los Beatles, logró en un lapso de tiempo tan acotado -cinco años, del sesenta y seis al setenta y uno- encadenar tantos discos de estudio extraordinarios. Si bien tienen tres discos anteriores al sesenta y seis que no son tan irregulares como los posteriores al setenta y uno, lo que sucedió en esos cinco años es inusual en la historia del rock, o algo que podríamos naturalizar si habláramos de hechizo o estado gracia, algo que en literatura suele ser común: un autor que escribe dos o tres libros excepcionales y nunca vuelve a acercarse al mismo grado de inspiración.  
La mutación de los Kinks resulta enigmática. Podríamos especular con la hipótesis de que los vaivenes del grupo en el mercado norteamericano afectaron la creatividad de los hermanos Davies, que comenzaron a probar en los setentas todo tipo de fórmulas contestatarias y conceptuales, un poco como Frank Zappa and the mothers of invention, pero quedándose a mitad de camino. En los ochenta, sin el brío de la juventud, permeados por el pop naciente, no volvieron a recuperar la creatividad desarrollada en Face to face, Lola versus powerman and the moneygoround,  Something else, The village green preservation society,  Arthur, y Muswell hillbillies: cayeron en la tentación heroica de no repetirse, ser contemporáneos a los nuevos jóvenes y ser Kinks sin ser viejos Kinks. Sin la suerte que los acompañó en los primeros diez años de carrera, se volvieron cortesanos de la industria y sacaron diecisiete discos que no tuvieron el aura de los primeros nueve.
En una de las calles más despobladas de Muswell Hill, está el pub que frecuentaban los hermanos Davies en los tardíos cincuentas, The clissold arms. Ahí tocaron por primera vez. Hay una sala dedicada a la banda, con una placa y fotos de los hermanos. No hay moho, ni restos bohemios, ni luz tenue, sino formalidad y un clima de museo no apto para prófugos ni nostálgicos.



* Columna publicada el 24/01/16

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