domingo, diciembre 11, 2005

Rodar y rodar

Por Sergio Julián Monreal (desde Morelia, México, en uno de esos mails colectivos que envía semalmente desde hace cinco años, cada fin de semana, con una artículo o un poema):

Like a rolling stone de Bob Dylan lleva cuatro décadas compitiendo por el título de mejor tema de rock de todos los tiempos. Y aunque semejantes discusiones no llegan a término jamás, no cabe duda que se trata de una canción convertida por derecho propio en importante patrimonio mítico del siglo XX en general, y en específico del espíritu contracultural surgido a la mitad de la pasada centuria.
A partir de los años sesenta, la adolescencia, con todos sus sobreentendidos (rebeldía, desafío, plena disponibilidad energética, amasijo que confunde la más pura inocencia infantil con las más azotadas zozobras existenciales de la edad adulta) pareció adquirir valor en sí misma. El fenómeno ha sido llevado a tal extremo que hoy en día, sin temor a exagerar, bien puede afirmarse que la sociedad de consumo y su salvaje punta de lanza (la publicidad) viven de enarbolar el ser joven como sinónimo automático de ser a secas.
Lo cierto es que, por entonces, la época misma se había vuelto adolescente. La justificada impresión de exilio y desamparo no era cosa de edad, sino sensible expresión de los tiempos. Y tal vez ninguna canción captura tan fielmente la orfandad de esa adolescencia post-bomba atómica (en la que de pronto la humanidad pareciera haberse quedado atrapada pese al fin de la Guerra Fría) como Like a rolling stone.
Resulta curioso, y a la vez inquietante, que los departamentos de publicidad de las grandes empresas vengan convirtiendo los referentes que esta pieza lleva implícitos en emblema de su neoliberal noción de lo cool. Asomémonos a los comerciales; miremos esas parejas de andróginos imberbes que viven en una buhardilla y usan pantalones raídos, pero pagan con Master Card; recordemos la obstinada demanda televisiva de "romper esquemas"; evoquemos el sermón technicolor donde Coca Cola se reivindica ya no refresco sino actitud ante el mundo, representante de los que (¡buena onda!) siempre ven el vaso medio lleno, y donde reduce a música de fondo, para su omnipotente logotipo, precisamente la canción de que estamos hablando.
Curioso e inquietante, decimos, porque si algo revela y hace encarnar Like a rolling stone es el tajante reverso del aliviane cool, tan light, tan soft, tan diet ("el placer al límite y sin complicaciones"). No se trata de una de esas tonadas para las que el mal viento sólo representa un inofensivo pretexto de la buena cara, y donde es casi imperativo esbozarle al término del arco iris un final feliz, así sea como esperanza, utopía o hipótesis. Like a rolling stone no condesciende en ningún resquicio de su horizonte al happy end. Al femenino espíritu que protagoniza su historia, los marginales personajes que la pueblan (los vagabundos, los cirqueros y el Napoleón harapiento) le están vedados incluso en tanto pintoresca decoración para que ejerza el turismo underground, pues tras la caída han dejado de ser excepción idealizada, tan poetizable como desdeñable, y representan la ineludible norma de su cotidianidad. Lo que está diciendo es que te hallas en el fango y no vas a poder ni salir ni apartar la vista, querida.
Dentro de la canción de Dylan, lo cool pertenece en todo caso al pasado; al tiempo en que, como si fuera un juego, de cara al abismo del desamparo cabían las risas, la indiferencia, el coqueteo y las burlas. En Like a rolling stone, y con ella en la médula misma del rock, la disyuntiva entre vasos medio vacíos y medio llenos se vuelve anodina ante la implacable evidencia de vasos, no digamos ya patentemente vacíos, sino irreparablemente rotos.
Hay una distancia infinita entre la demanda de encarar sin disimulos el desastre, lanzada por el maestro Zimmerman y sus músicos cuando hace cuarenta años grabaron esta obra maestra, y la actual invitación de "la chispa de la vida" para que, al domesticado ritmo de sus compases, procedamos a acomodarnos a ciegas y a gusto en medio las ruinas.