lunes, diciembre 05, 2005

Camarones

Camarones es un idílico pueblo de pescadores a orillas del mar, en el sur de Chubut. Hay muchas cuestas y desde cualquier punto se tiene una perspectiva de un mar helado y azul. En el colegio del pueblo, donde ahora me encuentro -ya que tienen internet- me sorprende la cantidad de alumnos, todos revoltosos y minúsculos. Por lo menos doscientos, en un patio que debe ocupar media manzana. Aunque sabía en dónde me metía, no esperaba encontrar tantos niños, a ésta altura del año, y me siento un intruso y por ende un monstruo. Hace tiempo que no veo tantos niños juntos, correteando? Si no recuerdo mal, desde hace dieciséis años, cuando terminé la primaria. Juegan como locos en el patio, y da la impresión de que se multiplican mientras intento definir la cantidad, las caras, las edades. Se tiran por un tobogán, uno atrás de otro, sin accidentarse, y gritan, además de improvisar extraños juegos cuyas reglas, en caso de que existan y no sean una determinación del presente puro del juego, no consigo descifrar. Todos llevan sobre los guardapolvos abrigos que los tornan todavía más pequeños. La velocidad íntima del juego es un calco de la velocidad del viento, y una diversión tallada tan honestamente en cuatrocientos o quinientos cuerpitos produce en el que mira una certeza graciosa: la perfección de este mecanismo lúdico sólo puede corresponderse con el de una animación.

1 comentario:

paula dijo...

me encanta que me lleven de viaje.