miércoles, diciembre 21, 2005

III

No hay rosas sin espinas. Al sensato análisis de Quintín en torno a la asepsia que producen ciertas pedagogías literarias para las que la escritura a secas, con su defectuosa potencia -¿no es esa la condición de toda literatura: la vociferación de un defecto perfectible?- resulta un indeseado efecto colateral, se suma esta otra reseña, atendible y debatible, que ignoro de cuando data, cuyo link hace unos días me hizo llegar una lectora del blog (gracias Mariana).

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