domingo, diciembre 04, 2005
Pirámides
En Puerto Pirámides, donde quedé hace días varado, donde internet cuesta cinco pesos, donde los personajes pintorescos crecen perfectos y sanos porque se saben alimento de viajeros o de alguna memoria divina, la diversidad de monstruos marinos o la naturaleza a secas representa la metáfora de un deseo incompartible. Se ama la naturaleza porque se encuentra en ella un retorno abstracto, una geometría propia que no es especular sino una superación onírica. Un tajo del futuro. El mar de la Patagonia, tan imperfecto, eterniza. Como todo mar. Manifista la eternidad. Es el estado exacto del tiempo.
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