domingo, agosto 28, 2005

Tren

¿Qué quiero decir cuando escribo que cada minuto está repleto de sí? Creo que hablo de cierta temporalidad indivisible: cada segundo del tiempo real coincide con una forma o un olor que concluye en otro olor, y así sucesivamente.
De pronto, en el tren que va de Kotayam o Kochi, instigado por una imagen, y sobre todo por la imposibilidad de eternizarla, me remonto a una situación lejana. No sé si existió: mi abuela y yo, con cuatro años, salimos de un extinguido cine de la calle Esmeralda y caminamos hacia su casa por Tacuarí. Escuchar un tango en un tren inglés de la colonia, donde los comportimentos de tercera son como celdas y los ágiles y verborrágicos pasajeros le dan a los portaequipajes función de literas, potencia la capacidad de recordar... Recuerdos que parecen perdidos chispean de la nada, o traídos por un detalle que sin duda vive en otra lengua. Supongo que esa reconstrucción de la memoria es el escenario continuo del viaje. El mismo déjà vu que experimenté al pisar este territorio y notar que ya había vivido en sueños ésta temporada sin mortales.

No hay comentarios.: