jueves, julio 14, 2005

Identificación de una mujer, de Antonioni, por Badiou

"(...)Comencemos por el título. Identificación de una mujer es una verdadera traducción del verdadero título italiano. Digamos que es un verdadero título, o más bien, el titulado de una verdad. ¿Qué verdad? La siguiente: aquello de lo que el cine es capaz en cuanto al sexo o a la sexuación, aquello de lo que incluso sólo él es capaz, es de figurar sensiblemente, corporalmente, no -como se cree demasiado a menudo- la distribución de los roles sexuados o las imágenes de esa distribución, si no -y esto es infinitamente más delicado y más original- el proceso de identificación de lo que se sexuado significa para un sujeto.
Que una mujer ame a un hombre designa a ese hombre como identificador de esa mujer. Amar es un deseo, por lo tanto un deber, pues deseo y ley son una sola y misma cosa. Amar a una mujer le fija a uno el deber de identificarla. ¿Será usted capaz de sostener ese deseo, ese deber? Pregunta que no es en modo alguno la de un rol, o la de un tipo, porque constituye a un sujeto.
En el filme de Antonioni, una de las dos mujer sometidas a identificación, la segunda, Ida, le dice a su identificador masculino, el creíble Niccolo: "Soy una persona como tú. Es un azar que no sea del mismo sexo." Me gusta pensar que de lo que se trata en el cine, en cuanto a la sexuación, es de ese azar, de la captura de ese azar y todas las consecuencias de ese azar: ser de tal o cual sexo.

(...) El cine plantea, a través de la exhibición y la evasión de los cuerpos, y en el machaqueo de los signos, los siguientes interrogantes: si el sexo es el suplemento contingente que afecta y divide a la humanidad genérica, ¿se puede esperar reunir ese suplemento con esa genericidad? ¿Existe una humanidad de la sexuación, o es esta de esencia inhumana? Sólo se puede responderá esta pregunta mostrando, en situaciones a la vez singulares y típicas, cómo se hace, desde el interior del amor o de su suposición, la identificación del otro sexo. Pues si esa identificación es posible, nada impide que se la pueda reunir con la potencia de identidad y de semejanza de la humanidad genérica. Si es imposible, la división es irreparable, y el motivo mismo de la humanidad, en el mínimo de identidad que requiere, está herido, lastimado.
Se puede hacer de otro modo la pregunta: ¿el amor es la escena donde el fundamental Dos de los sexos produce laboriosamente un pensamiento identificante de su propia dualidad? ¿O es siempre el testigo desgarrado de una identificación imposible, de un Dos que sólo existe amorosamente en el enigma y en el exilio?
O también: ¿el amor es humano o inhumano?

(...) Quisiera demostrar que lo que el filme de Antonioni nos invita a pensar es lo siguiente: el proceso de identificación de una mujer en el amor depende, en lo que al hombre se refiere, de una capacidad de decisión que falta en la mayor parte de los casos. O también: se cree que una mujer es un enigma mientras se cree que de lo que se trata es de conocerla. Pero en realidad se trata de decidirla.
El genio de Antonioni consiste en sumergirnos en orden ideológico de la representación masculina, que coloca el enigma en puesto de mando, y en hacernos ver, discretamente, que una decisión efectiva hubiera clarificado todo.
(...) Si miramos bien de cerca, y especialmente si revemos todo a partir de lo que denomino el momento fílmico del no actuar, hay que pensar de otro modo: la mujer huye para crearle un espacio de decisión a aquel que ama, pero del que no puede saber, justamente a falta de decisión, si la ama a su vez. Si ella desaparece el deberá al menos decidir buscarla. Y como dice Pascal, si la busca es porque verdaderamente la encontró, es decir, la amó.
(...) Lo que pone la identificación de una mujer en el orden del día es el azar amoroso de un encuentro por el cual, de pronto, dos fragmentos de la humanidad indivisa entran en el juego de la diferencia y de su pensamiento. La brutal sexuación de las cosas por el azar de un encuentro: eso es lo que introduce, mucho más allá de las aporías del acto sexual, en el laberinto de la identificación.
Pero lo que la hace fracasar, al menos para Antonioni, pero también para muchos otros, es, dicho llanamente, una contradicción filosófica. Para la polaridad masculina -y es tal vez aquello que le es más esencial- identificar es conocer. Y como en realidad no hay nada que conocer y la desnudez pornográfica misma no da a conocer nada de una mujer, hay forzosamente un misterio que, poco a poco, invade el universo. Para la polaridad femenina toda la cuestión consiste en que el amor se decida explícitamente, aunque no sea más que por una declaración de amor. Esta vez se trata del acto, no del conocimiento. Si demasiada indecisión inicia demasiado misterio, se lo agravará por el retiro o la desaparición que brinde así, por un añadido deliberado de enigma, una última oportunidad a la decisión.
Antonioni es un maestro singular en lo tocante a ese movimiento del enigma, y a esa cuestión del acto faltante, que es el que disiparía su amargo encanto. Por eso es justamente un cineasta de la identificación de la mujer, en la medida en que esa identificación, por el hecho de ser imposible para un hombre, sigue siendo uno de esos escasos reales que, todavía hoy, se le proponen."

Fragmento del libro Imágenes y palabras. Escritos sobre cine y teatro. (Manantial, Buenos Aires, 2005)
Alan Badiou

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