sábado, abril 11, 2020

Notas de cuarentena 6


Otro día

Camino al supermercado, me detengo en un cementerio de chatarra que hay en la entrada a la laguna. Es tan visible y lúgubre que siempre evité mirarlo. No son restos de autos, sino hierros exprimidos por la fatalidad: un museo de la tragedia vial bonaerense. Siempre chocan de frente entre el kilómetro 109 y 112 de la ruta 205. En general un camión con auto cargado de gente.  Hoy no pude evitar detenerme y filmar y hacer un par de fotos, pensando que el paisaje podía metamorfosearse y volverse una instalación del presente. 
 
Bien temprano me desperté abatido y convencido de dos cosas: el aislamiento social obligatorio terminará siendo  el complemento involuntario de la masacre económico social perpetrada por Mauricio Macri; Alberto Fernández pasará a ser el presidente que no pudo desarrollarse por estos dos estragos ajenos a su gestión. (No deja de apenarme que a un tipo así,  uno de los pocos políticos que uno puede sentarse a escuchar, haya tenido tanta mala suerte).

Después de comprar artículos de limpieza para que nuestro ecosistema familiar no se derrumbe, quedé obnubilado por la presencia oblicua de un Ford Taunus. Caminamos con Remo hasta ahí. De pronto apareció el dueño y empezó a hablar del auto como si fuera un perro hallado al costado de la ruta. Lo había rescatado, estaba en recuperación, su anterior dueño era un borracho que lo había vendido por chirolas, en un año o dos mejoraría la chapa y la pintura, estaba entero. “Te voy a mostrar el motor”, me dijo. “El motor no”, vociferó Remo, pero cuando le expliqué que no iba a ponerlo en marcha y que en realidad iba a acceder a un laberinto nunca visto, asintió fascinado. Al rato terminó casi adentro.  “2.3, motor potenciado que salió en el año 79 nada más”, no paraba de repetir el hombre. “Un motor para toda la vida”.       

Volamos hacia Salvador María, antes de que cierre todo. "¿Y el chocolate, y el chocolate?". Tengo estudiado todos los rubros y en el autoservicio de Salvador María cualquier vino cuesta un tercio menos que en la laguna. El lavadero de autos que está junto a la vieja estación de tren hoy estaba abierto. Me acerqué a investigar. Trabaja sólo una persona, en el medio de la nada. Me comentó que cada vez que intentaba abrir en las últimas semanas, venía la patrulla . Hoy el hombre le dijo a la policía que tenía que trabajar porque no tenía de qué vivir y que prefería que lo llevaran preso de una vez. La patrulla entonces reculó: “abrí pero un rato, no se lo digas a nadie”.  Así funciona la cuarenta por acá, entre los trazos de miedo, chusmerío y necesidad. 

No hay comentarios.: