lunes, junio 20, 2005

Remolino

Los homenajes empiezan en los diarios.
Como desde hace un par de días he caído en una especie de estado maligno (ahora el remolino de libros vuelve contingente cualquier tipo de vitalidad y quisiera que nunca llegara el momento de dormir para seguir leyendo) en el que sólo me tienta leer y retozar por ahí, hasta hoy he evitado escribir cualquier tipo de cosa -!ni una línea!- y me he ahorrado menudos sacrificios (tal como el que ejecuto ahora, meterme en un cyber ruidoso) que interfieran mi ascenso a èsta arena/cada vez más quieta/ que funde en una forma/cuerpo y lectura. Pienso que aunque me gustaría escribir algo sobre Saer, tendré que esperar: su muerte todavía me parece irreal... No es una muerte en pasado.
Creo que mi limitación -este estado maligno que podría interpretarse como un modo diferido de felicidad- proviene de estar leyendo de modo frenético a dos narradores enormes que seguro quedarán : por un lado a Gustavo Alejandro Ferreyra; por el otro al mexicano Mario González Suárez. De pronto me ataca la pregunta: ¿si no pudiera dejar de leerlos nunca? Por suerte sé que existe un límite matemático: sus libros existentes... La finitud aliviante que impone cada libro. Y un límite físico que coincide con el agotamiento general que en la infancia suspendía la curiosidad producida por las primeras lecturas.

No hay comentarios.: