jueves, junio 09, 2005

No todo

Con la totalidad de fragmentos que uno descarta cuando corrige, se podría construir un nuevo tipo de última novela mala. Habría que imantar esos fragmentos para elucidar en lo informe el cuerpito del nonato literario. Me propongo rastrear esos fragmentos que en general archivé caóticamente, con nombres extraños, por si algún día me servían para algo. Va uno. Aunque su utilidad sigue siendo nula en la ficción, es inversamente útil para el formato imantado del blog:

Ahora sabía bien que cuando los niños llegaban a los trece años, las familias debían dejarlos en custodia de tutores del Estado, quines a su los ubicaban en colegios pupilos. Allí el niño aprendía las menudencias del idioma, matemática, historia, educación cívica, botánica, ciencias aplicadas, y para el examen final, a manera de tesis, debía memorizar el código de convivencia. Un tutor, durante los seis años de estudio secundario, controlaba la disciplina y el desempeño de su protegido. Si por boca de un maestro -todos especialistas en delación-, le llegaba el rumor de que su albacea tenía problemas de disciplina o de aprendizaje, como le había sucedido en efecto a Ornello, lo abordaba a solas, de improviso, y le daba un escarmiento con lo que tuviera a mano, un plumero, una escoba, un cinturón. Luego, en un acceso de culpa y cariño, le palpaba la cabeza -esto Ornello lo recordaba con nitidez y hasta podía reproducir la huella de esa mano en su actual calva- y le hacía prometer que nunca más cometería pecados pedagógicos o de indisciplina. Aquel tutor suyo, dentro de todo, había sido bondadoso y tenía experiencia en el oficio moral... Nunca le había dejado marcas en el cuerpo; sus reprimendas consistían en elaboradas y fantasmagóricas fábulas que quitaban el sueño, atrofiaban las aletas atiburonadas de la sexualidad y cavaban en el pequeño mozo una culpa profunda, tan profunda que era en sí un lugar prohibido.

No hay comentarios.: