lunes, enero 03, 2005

Escribir, por Ingmar Bergman

"De pronto descubrí que estaba esperando un niño otra vez. Igual que Sara en la Biblia, yo estaba, para mi sorpresa, embarazado a una edad avanzada. Al principio eso me hizo sentir bastante enfermo, pero luego resultó a la vez divertido y sorprendente sentir el deseo de regresar. Lo cierto es que el deseo volvió y reservé tres meses para mi nuevo embarazo, para concentrarme en escribir."

1 comentario:

martin brauer dijo...

A quien pariría Sara es a Isaac, y Dios pediría a Abraham que en señal de lealtad profunda se lo sacrifique. Para Bergman no hay Dios que lo someta a esa prueba, a no ser que los productores que le niegan el "final cut" sean eregidos a deidad.
La analogía de la creación con la concepción es un tópico ya bastardeado, si es que de hijos hablamos. Después de Greeneway con su busarda arquitectónica, creo que a nadie más debería conmover esta metáfora. Especialmente porque hay buenas razones para no utilizarlas: el caracter meritorio y autoconciente de una creación literaria, contrapuesto al compulsivo, involuntario y animal de una gestación postcoital. Lo único en común es lo que señala en "Hombre y superhombre" Bernard Shaw al referirse a la lucha entre el hombre artista y la mujer madre y consiste en que ambas actividades son un fín que trasciende al individuo que las acomete y lo autoriza por consiguiente a ser, digamos, inescrupuloso respecto de todo lo demás y todos los demás. Una madre no duda en sacrificar a su marido, porque sabe que hay una causa mucho más grande que ella misma en juego. Y un artista, que dará a luz a algo mucho más preciado para toda la humanidad, algo que aumentará la autorrevelación, o para decirlo en la concepción oliveriana del arte, algo que aumentará la frívola alegría que fuera de la esfera estética en el planeta no se conoce, tiene derecho a ser un mal amigo, por decir un ejemplo cualquiera, si es que le sirve para escribir mejor. En "De jardines ajenos" Bioy Casares (quien llamaba al acto de escribir una novela cada tres años "empollar un huevo")cita a un pintor que ante la muerte de su amada se sorprende a sí mismo pensando en la coloratura púrpura de los párpados del cadaver. Esa insensibilización le está permitida a un escritor, que según Vargas Llosa en "Cartas a un novelista", está poseído por una suerte de lombriz solitaria (por cierto una analogía más ajustada para definir el contenido del vientre de un escritor y su hambrienta capacidad de apropiación no homologable a un "antojo"). Este hijo no deseado de Beatriz Sarlo que viene encabezando una militancia a favor de la despenalización legal del aboroto (no existe la despenalización afectiva), implora que abortemos, aunque la haga Bergman, la embarazosa alegoría de que escribir es reproducirse, porque si algo bueno tienen los libros es su unicidad.