domingo, agosto 04, 2013

Espasmos coreanos

De todas las sorpresas que me deparó la pileta en Corea, la primera se manifestó en el vestuario. Los coreanos desnudos tienen algo andrógino, no terminan de ser hombres sin ropa. Se secan la piel con secadores de pelo y luego se untan cremas frente a un espejo de cuerpo entero. Tienen algo excesivamente femenino, un pudor asentado en el modo de moverse y no cruzar miradas. El mismo pudor se percibe en las mujeres, pero en la calle.
Una vez en la pileta me topé con una segunda sorpresa. No supe dónde poner la toalla y las ojotas. No había un espacio predeterminado, ni indicios de que la docena de nadadores presentes hubiera dejado sus posesiones en algún lugar. Como si no conociera oriente, no advertí que en ambientes privados se privilegia el contacto de los pies con el suelo. Recordé que en la ducha todos estaban descalzos y que en un corredor aledaño colgaban de ganchos varias toallas y elementos de higiene.
Aunque no soy profesional ni formé parte de equipos de natación –el entrenamiento grupal arruina el encanto solipsista y rústico del nado y lo transforma en deporte social-, soy un esteta del  movimiento, un ser autocrítico que por conocer debilidades y falencias propias invierte mucho tiempo buscándolas en los demás. El buen nadador, además de tener un ritmo regular, se caracteriza por producir en el desplazamiento horizontal una ilusión de verticalidad.
En los minutos que invertí en el borde experimenté una tercera sorpresa: nadie sabía nadar crawl aceptablemente ni dar la vuelta americana. Tal vez consideraban el crawl un género menor. Tiendo a creer esto último y no que los coreanos estén incapacitados para ese estilo. El género mayoritario, a las claras, era mariposa. Lo practicaban con un talento admirable. Me atrevo a arriesgar que el oriental, por su contextura física, tiene un don para este estilo evanescente y a la vez salvaje. Incluso las aptitudes motrices del nadador coreano más torpe resultan menos disruptivas en mariposa que en crawl. Deben practicarlo no como género excepcional sino como género central; de otra manera es incomprensible que gente mayor de edad arriesgue la salud de sus vértebras. Para un coreano nadar es sinónimo de mariposear en el agua. Después de la mariposa, el estilo predilecto –aunque la idea de que el estilo sea un género me convence más-, es el pecho. El más impopular, espalda.

Noté que después de dos largos todos paraban a descansar. Casi siempre eran más los que descansaban en el borde que los que nadaban. Incluso para hombres atléticos parecía estar prohibido nadar más de dos largos de corrido. Nadar ocho o diez largos continuos comenzó a producirme pudor y de a poco, para no quedar estigmatizado bajo el rótulo de “exhibicionista aeróbico”, me plegué al hábito de holgazanear en el borde. Entre tanto descanso, pude observar que por una puerta lateral esmerilada se esfumaban varias nadadoras. Esa puerta empezó a ser un enigma cuando cinco ninfas expertas en estilo mariposa de pronto emergieron del agua, corretearon sincronizadamente, como si salir de la pileta fuera una disciplina artística,  y se perdieron en esa otra dimensión. Una celada para extranjeros, pensé. Al rato percibí que también algún hombre atravesaba esa puerta y pasaba al otro lado suspirando. Me dije que la siguiente vez, con más coraje, familiarizado con el clima extraterrestre que fomentaban los cultores de la mariposa, me animaría a transitar el más allá. 

- Publicado en el Suplemento Cultura Perfil, el 28/07.

No hay comentarios.: