Tanto por Hipotermina, La muerte de un instalador y El cementerio de sillas, Álvaro Enrigue podría ser considerado una rara avis en la literatura latinoamericana. No se trata de un varguardista trasnochado, ni de un virtuoso, sino de un tipo de escritor licencioso que pone en cada frase un cuidado sensorial: un sello distintivo.
* Reseña publicada en Inrockuptibles de septiembre.
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