Hijo de una criada y de un jugador de críquet, con una salud frágil, azotado periódicamente por los coletazos de una tuberculosis que lo llevó a pesar, a los veinte años, apenas cuarenta kilos, H.G. Wells fue educado en un hogar humilde. Se desempeñó en distintos oficios hasta hacerse célebre, por accidente, tras la publicación de La máquina del tiempo, novela en folletín que escribió por encargo para el lanzamiento de una revista. Fue, por sobretodo, un hombre de formación científica, interesado en el socialismo, en la filosofía de Spencer y en Darwin. A diferencia de Dickens, con quien compartió más de una circunstancia biográfica, no tuvo un estilo virtuoso, ni el encanto de un storyteller inglés, ni la porosidad estética de su contemporáneo Oscar Wilde. Pero fue de algún modo el inventor de lo que hoy se conoce como ciencia ficción y de ahí su inscripción en la historia: más un precursor que un genio. Consumó en la literatura su anhelo cientificista, y la humanidad le debe gran parte de la posterior superpoblación de marcianos bizarros y viajes al futuro que tanto enriquecieron las pantallas y los comics. Sus principales libros -La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, La guerra de los mundos, El hombre invisible- fueron best sellers en su época y se transformaron con el tiempo, al igual que los libros de Julio Verne, en clásicos de iniciación. En la Argentina tuvo la anuencia tortuosa de Borges, y Bioy Casares supo homenajearlo con simetrías leves en sus dos primeras novelas. Pero H.G. Wells fue por sobretodo un humanista: siempre del lado de los desposeídos, como su elegante amigo Bernard Shaw, se enfrentó a la moral victoriana de la época, escribió manifiestos socialistas y en ésta veta política -que siempre estuvo vinculada a las fabulaciones de su inventiva- hasta improvisó ensayos sobre la problemática del progreso sin educación.
(Publicado en Perfil Cultura el 13/08)
3 comentarios:
Una de las cosas que me ha llamado la atención de la obra de Herbert George es precisamente el tratamiento de sus intereses socio políticos a la luz de su producción artística. No es raro que Orson se haya interesado en el proyecto de adaptación de La guerra de los mundos a radionovela, ayudado por la talentosa pluma de Peter (Howard), quien participaría desde las letras en aquella recordada película Casablanca. Pero bueno, los terribles alienígenas somos finalmente todos nosotros, quienes nos comportamos con el planeta como si el mundo no fuera más que un pedazo de luna perdido y ya olvidado.
Peter Howard es más bien Howard Koch
por qué tortuosa esa anuencia?
muy bueno el artículo
saludos
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