sábado, mayo 19, 2012

Ciudades que escriben


Hay personajes que sólo pueden darse en ciertas ciudades, de la misma manera que algunas especies de plantas en determinados climas. No porque la ciudad sea una proyección de la psicología de un personaje o la cosmogonía urbana un molde para cierto pathos, como sucede con la Buenos Aires de Roberto Arlt o La Habana de Cabrera Infante, sino porque hay afecciones que en cierto entorno urbano se manifiestan, por no decir que explotan.
Tiendo a creer que muchas de las grandes novelas ubican al personaje en la ciudad justa, esto es, el territorio en que el héroe puede liberar una batalla compulsiva contra las miserias de la existencia o la alienación social. Es quizás un clisé de la literatura moderna agotado por Sartre en la París de la trilogía Los caminos de la libertad. El drama subjetivo de individuos abrumados por sobrevivir en una ciudad que es teatro de la enajenación burguesa y a la vez de uno de los movimientos intelectuales más potentes del siglo XX. Pero además hay ciudades que enmarcan la fatalidad histórica, como la Berlín de Alfred Döblin, o ciudades que son la materia ideal para hilvanar un fresco social contrahegemónico, como la Nueva York de John Dos Passos. (Sigue en el blog de Eterna Cadencia...)

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