viernes, octubre 05, 2007

Los últimos, de Katja Langer Müller, Adriana Hidalgo (2007)

Trabajar cansa, de eso no hay duda. En Los últimos el trabajo también modifica los cuerpos. Así como la narradora refiere los últimos días de una imprenta en la que todavía los oficios son condición de la técnica, otro relato lento, subterráneo, ocupa el centro de la novela: el monólogo de cuerpos acomplejados o sometidos –¿sobrescritos?– por las labores en un mundo donde la burocracia añeja –Alemania del Este, fines de los setenta–, se confunde con el sonido de una máquina averiada. Dispuesta en retazos, la prosa evasiva de Lange Müller, en vez seguir los parámetros de una narración lineal, parece jugar, a lo Handke, con el calado microscópico de las frases: “¿Por qué habría de estar caliente con una mujer alguien que confundía la operativa liberación de su parásito gemelo –incapaz de vivir solo– con una especie de nacimiento por cesárea?”
En las adyacencias del trabajo y las afecciones físicas se respiran las postrimerías de un sistema que agoniza. Es el ocaso del comunismo, pero también el de una precaria imprenta en la que un cuarteto de empleados sobrevive. En la escena de la memoria están Manfred, Willi, Fritz, y Marita, la cálida narradora que rememora los días de trabajo en la imprenta. El primero, Manfred, perfeccionó en un silencio hosco su deseo hacia las máquinas, por lo cual siempre fue capaz de descifrar en un mecanismo –desde un reloj a una mezcladora– un mensaje cifrado: una confesión amorosa. Fritz durante muchos años vivió preñado de un hermano gemelo –una miniatura embrionaria instalada en el sacro– y logró darlo a luz para conservarlo en formol. Willy utilizó, en la composición de linotipos, espacios en blanco entre las palabras para dejarle a la posteridad mensajes en clave. A estos, se suma Udo Posbich, el patrón esquizofrénico que desaparece dejando a la deriva a este cuarteto de entrañables solitarios. Sobre estos personajes, apelando a una estructura fragmentaria y a veces fortuita, Katja Lange Müller –que nació y vivió en Berlín del Este, y también en Mongolia–, construye una novela que la revela, en castellano, como una de las más singulares narradoras de las últimas generaciones de escritores alemanes.


* Artículo publicado en Los inrockuptibles, octubre de 2007.

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