viernes, noviembre 04, 2005

W

Me senté a mirar la película uruguaya Whisky sin muchas expectativas, y me encontré con un film que contenía un entramado precioso de detalles y un tempo narrativo pocas veces logrado desde un lenguaje cinematográfico tan resignadamente personal. Nada en Whisky parece escapar a cierta opacidad latente en relaciones donde todos los recursos humanos están al servicio de deseos postergados y ocultos. Lo queda oculto para personajes que son realmente encarnaciones -no pareciera que ninguno estuviera actuando, un mérito mayor si se tiene en cuenta que la actuación entre nosotros se toca peligrosamente con la parodia- es aquello que el espectador, un poco a pesar suyo, en un devaneo algo incómodo, va descubriendo. Whisky es una película genuina que, con los recursos justos, sin recaer en clisés bizarros, parodias involuntarias o guiños fatuos como los que trasuntan El aura o El abrazo partido, a la vez que a primera vista pone en pantalla un objeto en bruto, ofrece luz propia para descifrar una geometría preciosista. La contrapongo a El aura y El abrazo porque éstas últimas dos están inscriptas en la senda -esteticamente- bienintencionada de la industria nacional y, Whisky, quizás con una cierta ingenuidad y una cierta melancolía que es fortaleza onettiana, articula una estética para volcar una mirada profana sobre asuntos de familia y trabajo. Podrá decirse que tal estética es deudora del aire de Montevideo, pero justamente la ciudad aparece como un no lugar que separa a los personajes de sus propias miserias y sitúa al sujeto del dolor en una inercia de mundos donde la intimidad ha sido silenciada, desterrada de la conciencia.

2 comentarios:

Barbarita dijo...

Cierto, muy linda esta película. Transcurre en un tono como de "te voy a contar una cosa, que no es gran cosa pero ocurrió así...", y sin nada más que eso quedas envuelto.

Saludos.

Gus Nielsen dijo...

Sí, es buenísima.